La final de la Liga de Campeones está un poco más cerca para el Deportivo de La Coruña después de su visita a Oporto, donde firmó un empate sin goles que le sirve para tomar cierta ventaja en la carrera que concluye el 26 de mayo en el estadio AufSchalke de la ciudad alemana de Gelsenkirchen. Ante un rival que nada más ha perdido tres partidos esta temporada, y sólo uno en la Liga de Campeones (ante el Real Madrid en Das Antas), el Deportivo no jugó su mejor encuentro, ni mucho menos, pero tuvo oficio para conseguir un excelente resultado. El equipo español, que disputa por primera vez la penúltima ronda de la Copa de Europa, tiene contra las cuerdas al único que ha sido campeón de los cuatro que quedan en competición.

La trascendencia del primer duelo de la eliminatoria quedó patente desde el pitido inicial. Hubo mucha tensión desde el inicio y muy poco fútbol. Con ese guión, el Deportivo, más dotado para el espectáculo, fue el más perjudicado. El cuadro gallego pareció asustarse por el ímpetu que el Oporto exhibió en cada acción, a veces aderezado con grandes dosis de dureza, y no dio muestras de la calidad que atesora. No fue, ni de lejos, el Deportivo que humilló al Milan en Riazor.

Valerón apenas entró en juego. Esa fue la peor noticia de la noche para el equipo de Irureta, junto con la tarjeta amarilla que vio Mauro Silva y que le impedirá jugar el encuentro de vuelta, y la roja que le mostraron a Andrade y que podría dejarle fuera incluso de la final si el Deportivo supera la eliminatoria.

Sin la magia de Valerón, con Walter Pandiani muy aislado arriba y Albert Luque poco inspirado, el Deportivo se quedó sin armas para hacerle daño a su rival. Lo que sí hizo bien el conjunto coruñés fue defenderse, pero también es cierto que el Oporto no le creó demasiados problemas.

SIN ENTUSIASMO Su director de orquesta, Deco, no ofreció ni una sola nota de calidad y la sinfonía que interpretó el Oporto antes del descanso no entusiasmó a nadie. No disparó ni una sola vez entre los tres palos durante el primer tiempo, igual que el Deportivo. Vitor Baía y Molina trabajaron menos de lo esperado y la lucha, a veces demasiado sucia por parte del equipo portugués, se dirimió casi siempre en el centro del campo.

El Deportivo afrontó la segunda parte sin Luque, que se lesionó al filo del descanso, y su lugar lo ocupó Fran. Mourinho dio entrada a Jankauskas, en sustitución de Aletnichev, y Pedro Mendes, que reemplazó a Costinha. El Depor no mejoró en demasía. El Oporto, sin hacer un fútbol brillante, al menos fue más fuerte en ataque, incrementó su dominio y comenzó a acercarse con más intención a la portería de Molina. Un disparo desde fuera del área de Maniche se estrelló en el larguero de la portería deportivista en el minuto 67. Fue la primera ocasión de gol del partido.

La participación de Deco en el choque aumentó y su equipo lo notó. Valerón siguió perdido y el Deportivo nunca se sintió cómodo en medio de una pelea que perdía a los puntos. Jankauskas, en el minuto 82, estuvo a punto de batir a Molina con un remate de cabeza que salió fuera por muy poco, pero el Oporto no tuvo pegada y el equipo de Javier Irureta se llevó un empate a cero que le sabe a gloria.

Ante el Milán dejó claro que es capaz de todo en Riazor. Dentro de quince días tendrá la oportunidad de demostrarlo y de alcanzar la final de la Liga de Campeones, un sueño para el el conjunto gallego.