Definitivamente, Motorland se ha convertido en un problema para Valentino Rossi. Ha sido nueve veces campeón del mundo, siete de ellas en MotoGP, y su impactante hoja de servicios obligan a su inclusión entre los más grandes de este deporte. Nadie ha conseguido más victorias que él (89), ni podios (193) ni vueltas rápidas (75) en la categoría reina. Nadie ha cosechado tantos puntos (casi 6.000) en la historia del Mundial. El Doctor es leyenda. Historia. Mito. Pero el italiano ya no gana o, al menos, ya no tanto. De hecho, acumula ya 22 carreras sin victoria y tampoco este año luchará por un Mundial que no conquista desde hace casi una década. «Necesitamos un milagro para ganar carreras», dijo el pasado viernes al término de los entrenamientos libres. Rossi está resignado. Año perdido.

Llegaba el italiano a Aragón dispuesto a regresar a un podio que solo ha visitado en cinco ocasiones este año. No tiene pinta. El escenario no parecía el idóneo para hacer borrón y cuenta nueva. Y es que Motorland es uno de los pocos circuitos donde Rossi nunca ha ganado. El maleficio continúa y ayer volvió a quedar claro. No hubo que esperar demasiado para cerciorarse de que este fin de semana tampoco iba a ser el suyo. La primera sesión de entrenamientos acabó con el italiano por los suelos tras una mala gestión de la curva 2. La caída, sin consecuencias, acentuó la desazón del italiano, que no levanta cabeza para fastidio de su numerosa y entregada hinchada. Mal asunto.

Pero la jornada todavía traería más malas noticias para Rossi y su escudería. Por primera vez esta temporada, las cuatro Yamaha tuvieron que pasar por la Q1. Impensable hasta no hace mucho, el declive de una de las escuderías más poderosas del campeonato adquiría tintes dramáticos en Alcañiz. La depresión del Doctor había contagiado a Zarco y Viñales, que fue el único que logró acceder a la Q2. Rossi ocupará la decimoctava posición en la parrilla, igualando el peor puesto en seco de toda su carrera y algo nunca visto desde el 2006. Un desastre. La carrera de hoy se antoja un incómodo trámite en busca de una posición digna. O cambian mucho las cosas en poco tiempo o se puede afirmar que la temporada de Yamaha ha terminado.

Pero la depresión de Rossi y los suyos no impedirá que Motorland vibre hoy con el Doctor. Es lo que tienen los ídolos. El carisma del italiano y su ingente legión de discípulos se siente en cada esquina del circuito, si bien el poder de Márquez cada vez es mayor. El español es la gran sensación del momento y solo Rossi es capaz ya de hacerle sombra en lo que a fervor popular se refiere. En Alcañiz, Lorenzo o el local Álex Rins acumulan parroquia, pero lo de Márquez y Rossi es otra historia. Uno reina. El otro reinó. Uno gana. El otro ganó. Ambos, en todo caso, levantan pasiones más allá del trazado. Dos genios.

No son buenos tiempos para Rossi, no. La Yamaha está lejos de Ducati y Honda y eso resta una pizca de emoción a una carrera que se presenta apasionante. Hace tiempo que Márquez ha sacado la calculadora y ya ha dejado claro que no arriesgará en exceso para ganar. Hoy le vale ese podio por el que suspiraba Rossi. La euforia del catalán contrasta con la depre que se ha instalado en la escudería japonesa. Para él, Motorland, donde ya ha ganado en tres ocasiones, es talismán. Para Rossi, en cambio, una pesadilla. «Debo hacer la carrera más rápida para que pase cuanto antes», dijo el italiano en una rueda de prensa multitudinaria tras el batacazo. La frase pregona a los cuatro vientos resignación e impotencia. Y duele viniendo de un campeón.

Pero Rossi es consciente de que Motorland ya forma parte de las páginas más tristes de su dilatada carrera. Ya no solo no gana aquí sino que esa espina clavada se ha convertido en un grano en el trasero. «Creo que nos van a meter 30 segundos», vaticinó el italiano, que prefiere, en todo caso, ponerle buena cara al mal tiempo. «Pero es que enfadarme no iba a servir para nada», apuntó.

Así que, mientras para Márquez, Lorenzo y el pueblo, el domingo asoma como día de fiesta,para Rossi será, simplemente, el último día de un fin de semana que no olvidará. «La situación es difícil y no va a ser nada fácil recuperarnos». Y se marchó.