Que se acabe cuanto antes. Eso es lo que deben estar pensando los jugadores del Madrid, que vuelven a estar sumidos en la crisis tras la derrota más dura de la temporada, que puede llevarles a cerrar en blanco la campaña. Caer ante el Barcelona y en casa es algo muy difícil de digerir. No lo pudo hacer Jorge Valdano, que reconoció que la derrota "fue un palo muy duro". Tampoco Carlos Queiroz, que dio descanso ayer a la plantilla antes de preparar otra final, la del Riazor, sin los sancionados Figo y Helguera.

Con la lengua fuera y la moral por los suelos, el Madrid intenta rearmarse en un esprint final de temporada que se ha convertido en un suplicio, en una cima casi inalcanzable para unos escaladores con demasiado peso en la mochila. El estado físico del equipo de Queiroz es crítico. Hay ejemplos claros: Zidane parece clonado de un sonámbulo que no domine sus movimientos. El genio del francés se ha disipado.

BAJO MINIMOS Otro caso, que lleva abierto más tiempo, es el de Raúl. El delantero está cerrando una de sus peores campañas. Otro jugador que da bocanadas desde hace unos meses es Roberto Carlos. Su bajón le ha convertido en un hombre tan difuso que ni defiende ni ataca. En el lado positivo aparece Figo. El portugués, que pudo salir del clásico como un héroe y lo hizo como un villano, por la puerta de atrás, tiene en su horizonte la Eurocopa de su país. Su estado físico es ejemplar.

En medio de este sombrío panorama aparece el Deportivo, que recibe a los blancos tres días antes de jugar el choque de vuelta de semifinales de Liga de Campeones ante el Oporto. El Madrid necesita los tres puntos. Y Andrade y Mauro Silva jugarán, ya que están sancionados en la Champions.