Tiene 15 días el Real Zaragoza para comprar la fórmula de la coca-cola. Más o menos el mismo tiempo que su entrenador para embotellar y distribuir el fútbol que debiera poner a su equipo camino de Primera División. No parece así ahora. Lo niegan sus números y sensaciones, certezas que en concurrencia suelen ser barrunto de crisis. De momento, es al menos una gran depresión deportiva que le conduce, sin duda, a aumentar sus responsabilidades futuras, obligándole a crecer en la segunda vuelta por encima de sus realidades últimas. Ha llegado hasta los 27 puntos en la primera mitad. En la segunda necesitaría al menos 34 para alcanzar los 61 con los que, en el mejor de los casos, alcanzaría la sexta plaza, el playoff, el futuro.

El Zaragoza podría necesitar esas 11 victorias y pico para igualar su nota del 2015. Como poco. Hay cosas más difíciles, obligaciones descomunales. El año pasado hubiese necesitado un punto más (65), por lo que ahora le faltarían 38, por ejemplo. En los años 2011 y 2013, Valladolid y Las Palmas entraron con 66, lo que se traduce en 13 victorias. En el 2012, el Córdoba tuvo que llegar a los 71 para ser sexto, una cifra que parece inalcanzable para el cuadro de Agné, que debería sumar 44 puntos en 21 encuentros. Son 14 victorias y dos empates. Parece imposible, no lo es. Lo hicieron Betis, Sporting y Girona hace dos campañas.

El equipo aragonés está, en cualquier caso, ante un reto gigante. Vaga por la mitad mala de la tabla, determinado por su juego voluble y su insuficiencia mental, entre otras cosas. Por ejemplo, no ha ganado a ninguno de los nueve primeros clasificados (seis derrotas y tres empates). Por ejemplo, ha empezado el 2017 con dos derrotas consecutivas, pese a presumir a priori que el extenso descanso navideño, tres semanas, sería una pretemporada ideal para rescatar efectivos y recomponer su desmadejada figura. Por ejemplo, es el segundo equipo más goleado de la categoría, aspecto incalificable.

EL CAMBIO DE AGNÉ

Aún peor, el Zaragoza ha sumado siete puntos en sus últimos siete partidos, un ritmo que no solo no permite pelear por el ascenso, sino que puede conllevar castigo, incluso condena. Esos mismos siete puntos fueron los que sumó el efecto Agné en sus tres primeros partidos al otro lado de Milla, cuando el equipo quiso ser y fue otro.

El tiempo se llevó pronto aquel primer Zaragoza, otra vez fugaz. Los primeros contratiempos llevaron al técnico a enredarse casi únicamente en la forma de cortar la sangría de goles. No tuvo éxito. Más allá, el equipo ha ido perdiendo aptitudes en ataque, con menos de un gol por partido (6 en 7) en el último tramo.

Las circunstancias le presentan al Zaragoza un reto mayúsculo, superior al de las tres últimas temporadas, cuando alcanzó el intermedio de la Liga en mejores condiciones, tanto en puntuación como en posición. En la 2013-14, aquella que empezó Paco Herrera, alcanzó la jornada 21 con 32 puntos y una cuarta plaza con la que, entonces, no se dudaba de la promoción, entendido como premio menor. Víctor Muñoz tuvo que llegar luego para corregir el peligroso rumbo que llevó a pensar en el naufragio, en el fin. Solo 21 puntos sumó el conjunto aragonés en la segunda vuelta para acabar aceptándose en la decimocuarta plaza, tres puntos por encima del descenso.

Un año más tarde, entre el técnico aragonés y Popovic compusieron una primera vuelta de 31 puntos. Bastaron 30 en la segunda vuelta para alcanzar los 61, puntuación con la que le bastó para jugar los playoff. Es también la cifra más baja con la que ha concluido un sexto clasificado desde que se jugó la primera promoción de ascenso en el 2011.

El Zaragoza llegó el curso pasado a los 64 puntos (31+33). Bien se sabe que no le bastó. No es tampoco difícil calcular cuántos le harían falta para superar esa cantidad en la segunda mitad del campeonato: 38. Son los mismos que, por ejemplo, sumó el Nástic, lo que concede a esta obligación la condición de posible. Claro que hay que llevar otra velocidad. Como la que logró el equipo catalán, que perdió en toda la temporada menos partidos que el Zaragoza en esta primera vuelta. El Alavés hizo 36 puntos; el Leganés, 40; el Girona, 41. El desafío se hace enorme, gigante, aunque todo lo que no se parezca a esas cifras será mediocridad o hecatombe.