El Zaragoza naufragó en Montilivi en una tarde aciaga en el remate y en la que dos errores defensivos le dejaron sin opción de engancharse a cualquier tren de la promoción. Por mucho que las matemáticas digan que se puede, que restan 6 jornadas y son solo 5 puntos, la sensación de inconsistencia, de andar con lo justo hace imposible pensar en un gran empujón final para un equipo tan mediocre. Ante el Girona, Roger, sobre todo Roger, pero también Henríquez, tuvo en sus botas la victoria y el punta mandó tres ocasiones clarísimas, de manual, al limbo. Y recordemos que el valenciano es el Pichichi del equipo. Así, con tan poco gol y con tanta flojera atrás es imposible, por mucho que el Girona, colista al saltar el césped, tenga menos de lo justo, sobre todo atrás.

Ni eso aprovechó el Zaragoza, que acumula siete salidas seguidas sin ganar y que apunta a terminar la temporada con el triste objetivo de evitar un descenso a Segunda B, una meta que tiene cerca. Con todo, es evidente que en Montilivi el Zaragoza dejó escapar un tren y consumó un nuevo desastre, en este caso por su falta de pólvora, uno de los muchos males endémicos de una plantilla tan mal hecha y con tan poco nivel.

Salió el Zaragoza con lo previsto, con los cambios de Abraham y Cidoncha, y tan dormido como en otras ocasiones, como si el partido no fuera con él, como si Montilivi no representara la oportunidad de pensar de verdad en la promoción. Distraído, bajo de intensidad y con poco nivel defensivo. Y el Girona no tardó en sacar provecho. Abraham lanzó un fuerte disparo tras una buena anticipación y el Zaragoza después desapareció. La banda de Fernández fue la elegida para el descosido. Álvaro lo evitó primero adelantándose a Gerard Bordás y después un resbalón del lateral lo aprovechó Eloi para dejar el balón a Timor, a quien nadie siguió. Su disparo raso y colocado desde fuera del área supuso el gol.

Ahí el Girona decidió intentar echar el cerrojo y el Zaragoza, con el enfado de Víctor, se despertó. No mucho, eso sí, pero al menos juntó algo más las líneas y le puso un poco más de intensidad, suficiente para generarle peligro a una defensa tan floja como poblada. Así, las ocasiones no tardaron en llegar, pero Roger no tenía el día en la puntería. Como otras veces. Montañés, del que partieron las mejores jugadas, puso primero un buen pase a Ángelo, que remató mal, y después Roger, solo, tras un envío del extremo que dejó pasar Luis García, mandó el balón a las manos de Becerra cuando lo más fácil era marcar.

El valenciano aún tuvo otra más clara tras un gran pase de Montañés. Su vaselina desmereció ese envío. Por si no lo intuían, en Roger no habita un killer está claro. Todavía estroparía más su partido. Aún rozó el gol el Zaragoza, que mereció empatar antes del descanso, en un buen disparo de Luis García y en una jugada donde Ángelo no pudo con el central Migue.

Con la salida de Víctor en lugar de un mediocre Cidoncha en el descanso el técnico zaragocista se jugó la baza de buscar el gol, consciente de la oportunidad y apostó por un equipo ofensivo. Fue así mientras le duró la gasolina a Montañés. Le puso un balón a Roger donde lo fácil era marcar, pero mandó el cabezazo fuera. Henríquez también tuvo otra a pase de Arzo, pero en su control se le fue el gol.

Movió el banquillo Pablo Machín y con Matamala e Iván López el Girona ganó en poso, lo suficiente para desarbolar a un Zaragoza que ya por entonces tenía el botón de la reserva encendido, sobre todo Arzo y Luis García. Tras tantas ocasiones falladas, el final del choque fue la imagen del desastre. Iván López desnudó dos veces a Abraham y Ortuño no lo aprovechó. La salida de Álamo no arregló nada y las malas noticias aumentaron.

Roger, fuera de sí, se jugó la expulsión con Timor, pero obtuvo una amarilla que, como a Ángelo, le hace ser baja ante Las Palmas. Dada la falta de gol de ambos, no se sabe si es buena o mala noticia. Aún llegarían la expulsión de Víctor, cansado de un arbitraje sibilino en las faltas y el broche a tantos horrores con una salida de Leo Franco en un córner para dejar el balón a Ortuño, que no perdonó. Ya lo había hecho el Zaragoza.