Víctor Fernández no ha podido hablar con nadie durante estos días. Para ser más exactos, se ha visto incapacitado para hacer público el acuerdo que le convertirá esta noche en el nuevo entrenador del Oporto, el actual campeón de Europa, para las dos próximas temporadas. El que será su presidente, Pinto da Costa, le ha prohibido de forma tajante que haga declaraciones en cualquier medio de comunicación local o extranjero. El directivo quiere la exclusividad, y él lo anunciará pocas horas antes de que los dragones se enfrenten al Panathinaikos en el encuentro de presentación del próximo curso.

En este tiempo, durante las negociaciones, el aragonés sí que telefoneó a Girona, a casa de Narciso Juliá. "¿Quieres ser mi segundo en el Oporto?", le dijo, como años atrás, cuando estuvo cerca del Madrid, le propuso irse con él a dirigir al club blanco. El también exzaragocista no lo dudó ni un solo instante. Ayer mantuvo la discreción ante el acoso natural de la prensa y no nombró al Oporto en su despedida de director deportivo del club catalán, pero dejó entrever que ése era su destino. "Me voy del Girona porque hay oportunidades en la vida que no puedes dejar escapar y la que me han puesto delante es una de ellas", comentó.

En familia

El desembarco de exzaragocistas en el club de moda en Europa pese a que recientemente ha traspasado a dos de sus mayores valores --Deco al Bar§a y Carvalho al Chelsea-- no acaba en el cuerpo técnico. El que fuera preparador del Real Zaragoza y también del Betis José Luis Arjol se encargará de cuidar físicamente a los jugadores del conjunto portugués. Toda queda, pues, en familia.

Víctor Fernández lleva unos días emocionado. Le ha llegado la oportunidad de su vida, la que llevaba tanto tiempo esperando desde que saliera del Real Zaragoza, donde estuvo siete años al frente del equipo estableciendo un récord en el banquillo aragonés, después de haber compartido con una magnífica plantilla una era dorada, rubricada con las conquistas consecutivas de la Copa del Rey de 1994 y la Recopa de 1995. A su sombra pero con luz muy propia estaba Narciso Juliá, quien fue jugador suyo hasta que éste se retiró por problemas con sus rodillas en la final de Copa del 93 contra el Madrid. El catalán entró en el cuerpo técnico tras su prematuro adiós y fue, junto a Avelino Chaves, uno de sus principales consejeros futbolísticos.

Víctor Fernández no ha olvidado jamás la cualificación, profesionalidad y excelente criterio de Juliá, y se lo acaba de reconocer. El conjunto más potente de Portugal y un clásico de Europa estará en manos de dos entrenadores que entienden, cada uno a su manera, este deporte como un espectáculo: Víctor en su vertiente más romántica; Juliá, como prolongación de un ideario no exento de cierto pragmatismo.

La marcha de Mourinho, que dejó en las vitrinas del estadio Das Antas dos Ligas, una Copa de Portugal, una Copa de la UEFA y una Liga de Campeones, dio paso al italiano Luigi del Nieri, destituido sin empezar a competir por sus roces con la plantilla y con el presidente. Fue entonces cuando apareció en escena el nombre de Víctor Fernández junto al de Wanderley Luxemburgo, exseleccionador brasileño y ahora a las órdenes del Santos. En Oporto pretenden que el zaragozano imprima su sello personal, el que mostró en Zaragoza y, sobre todo, en Vigo con el Celta que goleó a su enemigo número uno, el Benfica (7-0).

La idea inicial es ésa, pero ambos técnicos piensan aplicar su decálogo con mucha prudencia. El Oporto es un bloque homogéneo, agresivo y disciplinado, y, en un principio, se procurará conservar esa estructura para, poco a poco moldear, un equipo más atractivo. Víctor Fernández, Narciso Juliá y José Luis Arjol van a compartir un sueño diez años después de despertar de otro que fue una realidad.