Esther Domínguez comenzó a practicar la gimnasia rítmica a los siete años y a los ocho entró en el Club Escuela Zaragoza. A los doce metió la cabeza en las primeras concentraciones de la selección española. "Mejoraba día a día y estaba emocionada", recuerda Domínguez.

Emigró a Madrid en 1995 con 14 años para entrenarse con el equipo nacional. Lleva allí nueve años. "Ahora vivo en un piso de estudiantes. Me costaría volver a vivir a Zaragoza. En Madrid estoy muy bien a mi rollo", apunta la aragonesa, que sólo volvería a su ciudad natal "si tuviera un buen trabajo", explica la aragonesa.

Han pasado los años de duro trabajo de gimnasio pensando en los Juegos de Sydney, donde participó en gimnasia rítmica. "Si hubiera sabido como era este mundo, me lo habría pensado antes de entrar. Pero no sabía a lo que iba. Me introduje en la dinámica y me parecía igual entrenarse ocho o diez horas diarias", dice la gimnasta. Ahora estudia Periodismo en Madrid. "Recuerdo que la última entrevista me la hizo una compañera de la Facultad de Ciencias de la Información hace año y medio", explica la zaragozana.

Tras el Mundial de Osaka del año 99, España terminó cuarta y Almudena Cid y Esther Domínguez se clasificaron para los Juegos en la modalidad individual.

En Sydney confiesa que "tuvimos muy mala suerte". La gimnasia rítmica acabó el día dos de septiembre, "y coincidía con la clasura. No había casi nadie en la villa, ni nos pudimos ir de juerga. Vinieron mis padres y no pude verlos hasta que terminó la competición. El día que acabamos, clausura y coge el avión", explica la deportista zaragozana.

Domínguez recuerda que "vivíamos en Australia como máquinas, como robots. Al autobús, a entrenar, al comedor... Estuvimos encerradas en la habitación como unas monjas de clausura". Incluso afirma que "había noticias de los preservativos que consumian los deportistas y a nuestras técnicas sólo les faltó ponernos una correa", apunta.

Mala suerte

Domínguez se queja que "tengo la misma suerte siempre. Pasaban diez a la final de los Juegos y yo me quedé la once. Es el sino de mi vida en la gimnasia". Sin embargo, Almudena Cid si que pasó a la final. "Las rusas, bielorrusas, ucranianas pasaban por decreto ley y de España podía pasar una. La clasificación estaba bastante hecha antes de competir. Mi entrenadora y una juez decidieron antes de la competición que las notas de Cid fueran siempre mejores que las mías", afirma Esther Domínguez.

La zaragozana piensa que a "Cid siempre se le ha favorecido mucho. La Federación Vasca siempre ha hecho mucha más presión que la Federación Aragonesa, que no supo defenderme". Domínguez afirma que a Cid "se le ha pasado el arroz y va a Atenas con 24 años. Tiene el mérito de aguantar tantos años arriba, pero con las facilidades que le han dado...".

Domínguez se dio cuenta de la importancia de ser olímpica "cuando pasó un tiempo. El ambiente es diferente. La gente quiere dar lo mejor de sí mismo. Los voluntarios se desviven para que estés bien. Yo flipé cuando coincidí con Javier Sotomayor". Un Mundial es diferente. "Es mucho más cutre y son menos días de campeonato", afirma.

Tras Sydney, se fue Ana Bautista, la entrenadora de la selección española. "Vino una técnica ucraniana, Nina Vitrichenko, y acabamos todas rotas de pies, costillas, glúteos y rodillas". Domínguez se retiró de la gimnasia con una fractura de costilla en el 2001 y empezó a estudiar danza, "pero estuve un año y no me convencía del todo el ambientillo. Me pasé al periodismo y estoy en tercero de carrera". Domínguez es estudiante de "notables y aprobados. Estoy pensando en hacer prácticas en donde sea. Madrid es muy complicado. Si tienes enchufe, te dan una oportunidad", dice la aragonesa.

A Domínguez le gustaría trabajar sobre cualquier tema, aunque la "economía la odio. Me gusta la politica, el deporte en lo relacionado con la gimnasia rítmica y el ocio y espectáculos". Sin embargo, "no tengo vocación de corresponsal de guerra. Si me mandan a Irak, me niego a ir", afirma convencida. "El teatro, el cine y el ballet son parcelas a las que me gustaría dedicarme. Y prefiero la televisión. Me encantaría estar en un programa de cotilleo como Salsa Rosa o Aquí hay Tomate" , confiesa Domínguez.

En la capital de España ya no practica deporte. "Entreno a quince 15 niñas pequeñas en el Club Chamartín", afirma.