Lagunas saladas, viento, sol, calor, llanuras desérticas, matorrales... Este es el paisaje de los Monegros, las tierras de donde es natural la directora del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido. Elena Villagrasa Ferrer nació en la localidad zaragozana de Bujaraloz y sucedió hace pocos meses en esta importante responsabilidad a Manuel Montes. «Es en Bujaraloz donde tengo a mi familia y donde paso casi todo mi tiempo libre. Es una zona árida, marrón y seca que contrasta enormemente con el colorido y la humedad del Parque», explica Villagrasa.

Los recuerdos infantiles que tiene de Ordesa son difusos. «Visité Torla, Ordesa y Bujaruelo cuando era pequeña porque me lo han contado. Pero no tengo recuerdos. Cuando tenía 18 años mis imágenes son del verde llamativo de la pradera de Ordesa y la ruidosa cascada del Estrecho». Aprobó las oposiciones de Técnico Facultativo Superior y en el 2002 empezó a trabajar en el Parque Nacional. Su puesto de trabajo era jefa de equipo de conservación. «Lo que más me sorprendía era la sensación de abismo de las paredes verticales desde los miradores de la pista de las Cutas». Para Villagrasa, sus sitios preferidos del parque son «las cimas. Mi excursión favorita es la aventura de subir al Monte Perdido», dice.

Tras la controvertida marcha de Montes como director, Villagrasa le quiere dar un toque personal a su labor. «Lo importante es la fortaleza de alcanzar el consenso con todas las partes presentes en el parque, con la finalidad de conseguir la financiación necesaria para el buen funcionamiento desde el punto de vista del uso público y la conservación del espacio protegido, atendiendo a las necesidades de personal de Gobierno de Aragón y Sarga, el mantenimiento de todas las instalaciones e infraestructuras, la renovación del parque móvil y la red de comunicaciones, así como el seguimiento a largo plazo del medio rural», indica. Villagrasa hace un balance positivo del centenario del parque. «El objetivo no era tanto abordar infraestructuras, sino dar a conocer Ordesa y hacer una difusión para desestacionalizar el turismo y promocionar la zona», reconoce.

Prioridades

Actualmente, la ejecución prioritaria es el Centro de Visitantes de Escalona. «Se trata de un punto estratégico para el acceso tanto al cañón de Añisclo como a la garganta de Escuaín». Están en marcha la electrificación de la pedanía de Revilla, la construcción de dos mallatas en las faldas de Tobacor para el uso ganadero y el acondicionamiento de la cubierta del antiguo cuartel de la Guardia Civil para un punto de información en Bujaruelo. «Las actuaciones pendientes son la integración de la subestación eléctrica de Broto, el ensanche de la carretera de Añisclo para atender las necesidades del aparcamiento en el acceso de San Urbez a Añisclo, acondicionar el puente de acceso a Pineta y el aparcamiento».

También son prioritarias la finalización de las obras del refugio de Góriz. «Sus instalaciones y su gestión deben ser ejemplares desde todos los puntos de vista, de la sostenibilidad, la imagen y el servicio que presta a los visitantes». Se quiere recuperar un edificio fantasma como es el antiguo parador bajo el Mondarruego. «Se quiere crear una estación de trabajo como Observatorio de Cambio Climático y su utilización para el programa de educación ambiental del parque», indica.

La ganadería extensiva desaparece progresivamente. «Estamos haciendo un trabajo sobre la ordenación de pastos para que se garantice la ganadería extensiva y los usos pastorales que sirvieron de base para su declaración por la Unesco».

Villagrasa ve modelos en los que fijarse del vecino parque francés. «Tienen un consejo científico asesor para las decisiones de gestión, con los mejores especialistas de diversas disciplinas ambientales». El parque francés tiene 457 kilómetros cuadrados y Ordesa. 156. «No está lejana la posibilidad de ampliar el parque. Con suficiente presupuesto, gestionar un futuro espacio protegido ampliado es posible. Este podría ser el motor y la mejor oportunidad de desarrollo para fijar población», cierra.