Haga un experimento. Teclee Diego Ocampo en YouTube. Si tiene la tarde libre y le gusta esto, acaba de encontrar un tesoro. El pase, la defensa, los pies, la disciplina, la presión, qué hacer si mi jugador no aprende... El glosario de clínics es eterno y descriptivo del personaje: su amplio conocimiento del baloncesto y su predisposición a colaborar con todos.

Metódico y detallista. En dos palabras, como Jesulín. La definición del perfil lo hacen sus allegados, aquellos con los que ha consumido horas de análisis y preocupaciones. De pasión. Sus ayudantes. En Murcia (2014-15), en Estudiantes (2015-16), en Joventut (2016-18), en Manresa (2017-18) y en Barcelona (2018-20). Aquellos que han aprendido de él como él aprendió de Salva Maldonado, Pedro Martínez, Joan Plaza y Aíto, el padre de todos. Un orensano del Bressol.

«Con él he aprendido una barbaridad. Junto a mi año con Pedro Martínez ha sido un máster, de esos por los que la gente paga. No he trabajado con Aito, pero excompañeros en el Barça, que sí lo tuvieron, me dicen que van en la misma línea». Habla Roger Grimau, su último escudero en el filial blaugrana, hombre con algo de recorrido en el baloncesto de élite. Desde su experiencia, especial, porque el objetivo era la construcción de jóvenes jugadores «donde Ocampo es el mejor», dibuja con trazo gordo esa constante de la escola de Badalona: «Su método se basa en la mejora del jugador, técnica y tácticamente, ayuda al desarrollo global. Hemos vivido mucha atención en el detalle y esto hace, al final, que el equipo vaya como un tiro», reconoce.

Enseñar baloncesto para ser mejores y ganar. No únicamente enseñar a ganar. Esa es la sutil y vital diferencia. «Hay métodos más resultadistas, pero a largo plazo no funcionan y otros, que son los que a mí me gustan, que también pueden dar resultados desde el día uno, son los que dejan poso y a la larga son más efectivos. Con el trabajo de cantera que está llevando Zaragoza la forma de Diego es ideal», recalca Grimau, que como técnico del Barça júnior se ha enfrentado al Anagan Olivar en EBA.

En estos dos años se hizo viral un instante. Un tiempo muerto sin pizarras, a pecho descubierto, nombrando con tranquilidad los hechos, qué había que hacer con energía y serenidad. Didáctico y resolutivo. «Porque Diego es exigente, pero le gusta mucho dialogar. Puede echarte una bronca bárbara, pero recalca las buenas acciones. El jugador siempre se va del entrenamiento sabiendo sus virtudes», insiste Grimau, que confirma que su vinculación iba más allá de la cancha y se ocupaba de la persona.

La lista

Formador. Es otra de la etiquetas que siempre se adhieren a Diego Ocampo. Su rastro ha dejado, aunque él pluraliza en otros las alabanzas cuando se habla de que el coincidió con Marc Gasol (Akasvayu), Kris Porzingis, Ondrej Balvin, Tomas Satoransky (Sevilla) o con el mejor año de Alberto Abalde en la Penya. Con Neto y Lima. Con Brizuela y Juancho. Con Neno y Arostegui. Con Bolmaro y Jaime. «No es casualidad que Diego haya trabajado con todos ellos. Ahora es muy difícil contactar con las nuevas generaciones, pero aún hay una que funciona y esa es la pasión. Si los jugadores ven en ti esa implicación, ellos te van a conceder esos segundos de gloria donde te escuchan y entonces es cuando tu puedes entrar en ellos», insiste Pau del Tío, su mano derecha en su año y medio en el Joventut y, antes en el CB Tarragona, su base titular. «Es de esos entrenadores que te persiguen para entrenar», recuerda con agrado.

En Badalona fraguó un primer año bueno, con una salvación contextualizada en un marco económico mermado y con muchos jugadores de casa (Xabi López-Arostegui, Neno Dmitrijevic, Joel Parra y el propio Abalde). La venta del actual alero del Real Madrid taló el proyecto y conllevó meses después su salida y la entrada de Carles Durán. «Es complicado sacar chicos jóvenes y ganar, porque tienes que asumir una serie mayor de errores y, por lo tanto, de posibilidad de derrotas. El segundo año en Badalona fue difícil, la situación económica no era buena, respecto al año anterior perdimos a Abalde y las victorias no llegaron», reconoce Pau del Tio, que mantiene su cargo en el Olimpic.

Sistemático. Lo que hace tiene una razón, un sentido, está analizado y comprobado. «No solo la preparación de partido o el scouting, que es lo más habitual, sino la forma de entrenar, los ejercicios que se utilizan. Intenta tener el mayor número de datos posible para luego entrenar bien, jugar bien, llegar al jugador de la mejor manera», apunta Del Tío, que subraya su capacidad para adaptarse tácticamente a sus jugadores sin ceder por ello en sus principios.

La generosidad

Priorizar el nosotros sobre el ellos. Es una visión generalizada entre sus asistentes. «Cuando veíamos al rival siempre estaba pendiente de que nos podía servir a nosotros, o qué le podíamos enseñar a un jugador nuestro para que mejorase», recuerda el archenero Antonio Verdú, su segundo en el UCAM Murcia, su primera y mejor temporada en la Liga Endesa (17-17). «Nos quedamos a una victoria del playoff y de la Copa. Ese año suyo en Murcia cambia la metodología, la dinámica de todo: la forma de entrenar, se centra en la importancia en los detalles, trabajando la formación del jugador ya tuviera 30 o 20 años. Y bajo esa filosofía se entiende el crecimiento que tuvo el club posteriormente».

Recuerda las horas y horas de trabajo, de nueve a nueve. El empezar la pretemporada antes que nadie, el hacerlo todo juntos y escuchando sus opiniones, él que unos meses atrás le había convencido en la máster class del Curso de Entrenador Superior. O acabar una sesión y ponerse a perfeccionar algo con Raulzinho Neto, otro NBA a su vera, o con Carlos Cabezas, a sus 35 años. «Algunos jugadores pueden estar encorsetados a entrenar para jugar, pero son inteligentes y responden si les entregas una herramienta que les va a servir para ser mejores. Así les convences», indica Verdú, que cada día aprendía algo nuevo de baloncesto que ahora aún aplica como ayudante de Rafa Monclova en el Real Murcia de LEB Oro o antes como entrenador de formación.

La calma

Antonio se queda con el perfil de psicólogo de Diego. Como repetía e insistía en los entrenamientos, donde la intensidad era la norma pero mantenía la calma para transmitir confianza al grupo en los partidos, rebajando la tensión. «Siempre decía que no sabía cuando se iba a ir de un equipo, si la siguiente semana o iba a estar siempre, pero que trabajaba con la idea de generar una estructura que le sirviera al club en el futuro».

Estudioso. Como buen hijo y nieto de profesores. Como en esas interminables clases de solfeo y piano de la infancia. Licenciado en INEF en A Coruña, sigue aprendiendo desde ese día, cuando era júnior y Conchi Fortes le dejó llevar un entrenamiento. Al día siguiente le trajo unos libros para que los empollara. Y ahí sigue.

Y como buen alumno llegó al Estudiantes y allí se topó con un Doctor en Educación Física, profesor de la asignatura de baloncesto en la Politécnica de Madrid. Alberto Lorenzo fue su ayudante y sustituto fugaz tras su destitución en enero con una plantilla joven pero mal arropada y que no descendió. «Fue una experiencia muy positiva para mí y para el club porque el foco se puso en el crecimiento del jugador, lo que no quiere decir que bajo ningún concepto se desprecie la competición. Se intenta ganar siempre, pero si es característico su filosofía de formar desde el nivel técnico-táctico al táctico, pero también al desarrollo de la persona», abarca académico Alberto Lorenzo y previamente ayudante de Luis Casimiro, Pepu Hernández, Trifón Poch y Txus Vidorreta.

Un equipo de patio de colegio con promesas como Jaime Fernández, Darío Brizuela, Juancho Hernangómez o Edgar Vicedo, a los que Diego Ocampo enganchó pronto. «Al principio contó con el apoyo total de los más jóvenes, pero al continuar el proceso confirmó la atención de todos los jugadores», recuerda Alberto Lorenzo, integrado ahora en la estructura técnica de la Federación Española de Baloncesto.

Su análisis de Ocampo, muy escrupuloso en la mejora técnica, le hace pensar que en Casademont puede acumular victorias porque «cree en ese método, en que para ganar hay que hacer las cosas bien partiendo del desarrollo del jugador. Puede parecer en un análisis superficial que choca con el corto plazo, pero no se puede obviar que ese discurso debe ser matizado. Él en Murcia, con una plantilla veterana, como la que tendrá en Zaragoza, rindió desde el primer momento. Diego está convencido en lo que él hace y consigue que los que le rodeamos estemos convencidos de lo que él hace», recalca.

Flexible. Sin dogmas duros en lo táctico y orientado más a favorecer la buena toma de decisiones, el aprendizaje desde la lectura del juego, rasgo que todos sus colaboradores disponen como fundamental. Hasta en su etapa en Manresa, donde logró un ascenso en mes y medio de trabajo después de su salida de Badalona.

Los resultados

Sin mucho tiempo para cambiar lo que había, con una plantilla con Jordi Trías y Nacho Martín, que entró tercera en la fase de ascenso pero con dudas. «Llegó el lunes y el viernes teníamos ya el primer partido de playoff. En la primera eliminatoria con el Coruña fuimos 1-2, pero remontamos. Luego ya se percibió su sello, ganamos a Palencia 3-0 y a Melilla en la final», mantiene Marc Estany, ahora ayudante de Pedro Martínez en el Nou Congost, con el que encuentra claras similitudes como lo hacía Roger Grimau.

El catalán revisa esas semanas locas con final feliz y reconoce a un Ocampo que simplificó las tareas y reforzó los roles para incrementar la confianza, algo que se notó al ganar hasta cinco partidos por tres o menos puntos. «Aquí no tuvo tiempo para hacer muchas cosas, pero sí quería hacerlas perfecto. En vez de tener 50 sistemas, teníamos 25 pero con todas las opciones trabajadas. Buscaba que las ventajas nacieran de dominar los conceptos y no de la novedad del scouting», nombra Estany, sorprendido que, aunque muy centrado en la competición, no se negó a intentar mejorar a sus jugadores en el proceso de ascenso.