Lester Earl miró a un lado, al otro y se encontró solo. ¿Dónde estaba Otis? En el banquillo esposado con tres faltas en el primer cuarto y, mientras, el Granada bailando al CAI en el Príncipe Felipe al son del pito arbitral. La catástrofe se presagiaba con demasiada intensidad en el marcador. Sin un esfuerzo extra no era posible salir con vida. Y por eso, con el equipo chamuscado, Lester recogió el S.O.S que se emitía desde el vestuario y acudió al rescate rebasando el límite de sus limitaciones.

La Bestia comprendió que por un día tendría que salir del agujero del juego oscuro, ése en el que sólo se te pide defensa y rebote (10 rechaces), ése por el que se le ha fichado, y debería entrar con todo en la escena más luminosa de los puntos (ayer hizo 20). Descolocado de su rol de currante y huérfano de la productividad ofensiva de Otis, Earl hizo el partido de sus sueños en el CAI, se multiplicó en defensa y se destapó en ataque (7/12 en el tiro) gracias a una increíble y contagiosa capacidad de motivación que llegó a la grada en la milagrosa reacción del tercer cuarto.

El de siempre y algo más

Está claro que si Lester jugara siempre como lo hizo ayer no estaría seguramente en el CAI. A este nivel de juego sería más coherente verlo por ligas de mayor nombre y calidad que la LEB. Porque Earl fue el de siempre y algo más. Añadió a su repertorio unas gotas más de seguridad bajo la canasta rival. Sin olvidarse del tipo de jugador que es. El que se parte el alma y la cara por la pelota más imposible, aquel que se agarra del techo por un rebote, ése que falla un tiro pero a los dos segundos ya está esperando el contragolpe en el otro aro. Un defensor duro como una roca. Se pegó con Super Glub a Mcghee y no le concedió ni un milímetro en la zona. Un esfuerzo que parecía no hacer mella en su cuerpo, a pesar de jugar los 40 minutos.

Pero además de eso, hizo más. Su faena en ataque no se limitó a hacer bloqueos o beneficiarse de algún fallo, Lester buscó la posición en el poste con descaro para penetrar adentro o doblar al perímetro. Se creyó que él también podía tirar y su acierto le dio la razón. Y es que si no la metía podía coger el rebote y volver a intentarlo. Así se ganó a la grada. Fue elevar el puño, pedir el auxilio de la afición en mitad de la remontada y el pabellón empezó a gritar hasta quedarse afónico. "Lester, Lester, Lester". La gente terminó venerándole tras firmar un mate en plena cara de David Mesa.

Infalible desde la personal

Y que es que ayer parecía que hasta si el mismo Larry Bird le propone un duelo de tiros libres, el bueno de Lester se ve con opciones de ganarle. Hasta en eso se salió. Su asignatura pendiente se mutó en esta ocasión en una novedosa virtud. A los jugadores del Granada les salió el tiro por la culata. Con los segundos amenazando con una derrota, los andaluces forzaron la falta sobre el de Kansas esperando su fallo. Pero Earl las metía de dos de dos (terminó con un pleno de 6 de 6) y si se lo propone hasta con los ojos cerrados. Y es que, ayer, para Lester no había imposibles. Era su día.