Llevaba tres días sin dormir, sin pegar ojo. La última noche pudo conciliar el sueño gracias a una pastilla. Una hora antes de comenzar las votaciones, Angel María Villar estaba muy nervioso. Mascaba chicle y se movía casi como un invertebrado. Siempre pegado a un guardaespaldas, saludaba a todo el mundo y se movía de forma compulsiva como si se fuera a romper.

"Usted no puede pasar. No tiene credencial", le advirtieron cuando Villar intentó acceder al salón donde se iba a elegir al nuevo presidente de la Federación Española de Fútbol. Allí, ni la presencia de 65 interventores impidió el trasiego de papeletas. En el ascensor, José Luis Astiazarán, presidente de la Liga, repartía las suyas a los presidente de Primera, y Guillermo Cabello, presidente del Terrassa, a los de Segunda.

El voto de Gaspart

Esas papeletas eran para Gerardo González, pero luego cada uno votó al que le dio la gana. Como Laporta, que fue de los que rompió el pacto de la LFP y votó a Villar. Joan Gaspart tuvo menos problemas para dar el sufragio a su íntimo amigo Villar, en representación del Sant Andreu, a pesar de las consignas contrarias de la federación catalana. Otras delegaciones llamativas fueron las de Juan Padrón por el Mensajero y Retamero, vicepresidente con González, por el At. Antoniano.

El recuento de los votos pareció un partido de baloncesto. No faltó ni el árbitro porque el excolegiado López Nieto encarnó la euforia inicial de los miembros de la candidatura de González, que siguieron la votación a través de una pantalla de televisión. Del 15-10 para González se pasó a un empate a 23. A partir de ahí, Villar impuso su ritmo.

Luego se lió a dar abrazos a todo el que pasaba por allí. Prometió cumplir su programa "aunque ya veré por qué punto empiezo", y le cegó la luz: "¿Quién es usted? No le veo. Es que si me pongo la mano como una visera, me pillan los fotógrafos". Y espetó: ¿Hay alguna pregunta más? Alguien contestó que no y Villar replicó: "Pues hágala". Para entonces, el nuevo presidente ya había comenzado a levitar.