Luciano del Cacho abrió el fuego en Grenoble en el año 68. El esquiador sallentino demostró su valentía y su arrojo en el descenso de los Juegos Olímpicos. Desde entonces hasta ahora han pasado muchos años y los deportistas aragoneses han demostrado su clase en la gran cita de cuatrienal. Pese a tener las montañas más hermosas, de contar con unas magníficas estaciones de esquí y una gran afición, no ha sido muy prolífica la participación aragonesa en los Juegos Olímpicos. Junto a Del Cacho, han participado otros nueve más. Tras Del Cacho llegó la hora de su paisano Jorge Pérez Villanueva, que en Lake Placid firmó la mejor actuación aragonesa en la historia con el decimocuarto puesto en el Gigante. En esos mismos Juegos compitió en esquí de fondo el panticuto Emiliano Morlans.

Jorge Pérez repitió en Sarajevo el año 1984. En Calgary, Albertville y Lillihamer llegó la hora de los montisonenses. Eran Delfín y Ricardo Campo junto a Vicente Tomás. Los últimos años los ha llenado la calidad de un jacetano y una esquiadora criada en Candanchú. Ana Galindo disputó los Juegos de Nagano y de Lake Placid, mientras que Diego Ruiz es el aragonés con un mayor número de participaciones. El esquiador de fondo debutó en Nagano y después compitió en Turín y Vancouver. Las últimas representantes aragonesas son Leyre Morlans y Andrea Casasnovas en los Juegos de Turín.

Luciano del Cacho tiene ahora 66 años. Chano, que es como le llaman los amigos, es un hombre fuerte, duro y tranquilo. En la competición se transformaba. El descenso le venía como anillo al dedo para su agresividad. En los Juegos terminó el 39, tercer español tras Aurelio García y Paquito Fernández Ochoa. "Salí muy tranquilo. Lo que quería era bajar. Había nieve profunda y en una curva me salí de la pista", recuerda. Del Cacho no pudo presenciar cuatro años más tarde el oro de Paquito Fernández Ochoa en Sapporo. Chano creó escuela por su manera de esquiar en el Valle de Tena y fue admirado por sus paisanos. Ahora todas las mañanas enseña a los principiantes en la Escuela de Esquí Formigal. Por la tarde la dedica a su segunda pasión, la ganadería.

El sucesor

A Del Cacho le sucedió otro sallentino. Era Jorge Pérez, que solo 12 años más tarde que Chano llevó a Aragón a un puesto de provilegio en Estados Unidos. Era la estación de Lake Placid en el año 1980. Entonces solo tenía 18 años. Su mayor recuerdo de aquella jornada fueron los 30 grados bajo cero en los que disputó el slalom gigante. "La nieve estaba muy dura, la pendiente no era excesivamente fuerte y eso me favoreció". El oro se lo llevó un mito, Ingemar Stenmark. Cuatro años más tarde compitió en Sarajevo. "Con un poco de suerte habría hecho un gran resultado en el slalom. Pero a dos puertas del final me pasé una puerta a caballo", recuerda. Era un esquiador pequeñito y con clase. "Me decían que no daba la impresión de que llevara un gran velocidad. No era agresivo esquiando", afirma Pérez.

En Lake Placid compitó otro aragonés, era el esquiador de fondo Emiliano Morlans. En pleno dominio dentro y fuera de la pista de la familia Fernández Ochoa, el esquiador de Panticosa compitió junto a José Giró en los 15 y los 30 kilómetros. Morlans dio el testigo a su hija Leyre en Turín.

En Calgary, Albertville y Lillihamer llegaron los Juegos de los montisonenses. Eran los hermanos Delfín y Ricardo Campo y Vicente Tomás. Este terceto formaba parte del grupo mágico de deportistas montisonenses que acudieron a la gran cita del deporte. Eran Conchita Martínez y los atletas Eliseo Martín, Javier Gazol, Javier Moracho y Alvaro Burrell.

Ana Galindo es la esquiadora aragonesa más importante de la historia. La pequeña jacetana, todo calidad y arrojo, era una especialista del gigante. Tras quedar en la prueba de la Copa del Mundo de Are en cuarto lugar Galindo llegaba en la mejor forma de su vida el año 98 en Nagano. Tenía 24 años y corrió en la pista Yamanouchi junto a Ainhoa Ibarra, Mónica Bosch y María José Rienda. "Estaba muy fuerte. Iba la segunda en la primera manga y estaba en tiempos de podio. Esquiaba muy bien y la pista me iba perfecta. Pero arriesgué mucho y me salí en la quinta puerta. Me quedé muy mal. Es un tren que pasa una vez en la vida y que es muy difícil de volver a agarrar", explicaba Galindo, que sufrió desde los 16 a los 19 años cinco lesiones en sus rodillas. La pista de Nagano le iba como anillo al dedo. "Era muy técnica, con una sucesión de muros. Para mí era perfecta. Cuando la vi pensaba que me la habían preparado". También compitió sin suerte en los Juegos de Salt Lake City.

Diego Ruiz

Diego Ruiz ha sido el deportista aragonés que más Juegos de Invierno ha disputado. El guardia civil de Jaca debutó en Nagano junto a Ana Galindo y después compitió en Turín y en Vancouver. "Los que más me gustaron por su organización fueron los de Nagano. Fueron los más completos y espectaculares". En Turín tuvo su actuación más brillante. Fue el vigésimotercero de los 50 kilómetros de esquí de fondo. "Competimos tres españoles. Villarrubla, Juan José Gutierrez y yo. Estuvimos toda la carrera con los mejores y se decidió en el último kilómetro. Ese gran nivel ya no lo tenemos ahora en España". En Vancouver sufrió una gastroenteritis. "La tuve la primera semana y no pude rendir como me hubiera gustado". Ha perdido las esperanzas de ser cuatro veces olímpico. "Veo que todo está muy politizado en las instituciones nacionales deportivas", dice.

Dos esquiadores sucedieron a Ana Galindo en Turín. Eran Andrea Casasnovas, de Canfranc y Leyre Morlans, de Panticosa. Ambas tenían 18 años. Casasnovas solo pudo disputar el descenso. "Ese día no me veía demasiado bien. Había niebla y nevaba. Pasé la meta y luego me puse a pensar yo sola...", dice. Leyre Morlans se clasificó para Turín por entrar entre las 500 esquiadores del mundo. En los Juegos disputó el descenso y el supergigante en San Sicario. "En el descenso me salí de la pista", dice. En el supergigante lo hizo mejor. "Hasta la mitad llevaba un buen tiempo. Después tuve errores de línea y terminé la 49", indica.