Son diez magníficos de la historia del deporte aragonés. Alcanzaron su Everest. Disputar unos Juegos Olímpicos en su propia casa. Nunca podrán olvidar la noche de 25 de julio de 1992 cuando el arquero Antonio Rebollo encendió el fuego sagrado del pebetero en el estadio de Montjuic. Fue un acontecimiento a lo grande con 36.000 voluntarios y una gran cosecha de 22 metales para el equipo español. Para algunos fueron los Juegos de la despedida. Juan Antonio San Epifanio ya había competido en Moscú, Los Ángeles y Seúl y su recuerdo de Barcelona es agridulce tras la recordada derrota con Angola. Otro aragonés, Pepe Arcega, formó parte del equipo de Díaz Miguel.

Una joven Conchita Martínez debutaba en la cita con 20 años. Dos más tarde se coronó como la reina de la hierba en Wimbledon. Otra estrella de la cita fue Martín López Zubero, que logró el primer oro para la natación española en los Juegos.

El deporte rey de los Juegos es el atletismo. En el estadio que se iluminó de gloria tras el triunfo de Fermín Cacho en los 1.500 tuvieron el privilegio de competir sobre el tartán Álvaro Burell, que continuaba la saga de olímpicos de Monzón tras los esquiadores Delfín y Ricardo Campo, Vicente Tomás, Javier Moracho y la propia Conchita, y una currante del atletismo como la turolense Ester Lahoz.

Mercedes Fuertes y Fernando Bolea compitieron en balonmano. La oscense Gema Usieto también formó parte de esta fiesta del deporte. La tiradora ya tenía experiencia puesto que debutó en la especialidad del doble trapp en Seúl y se despidió en Atlanta. Y para José Martínez acudir a Barcelona fue un sueño y un premio. El grausino es uno de los padres deportivos de Maialen Chorraut, la campeona olímpica en aguas bravas en Río 2016.

Para Juan Antonio San Epifanio fueron unos Juegos de contrates. Fue el último relevista que entregó la antorcha a Rebollo. «No se puede imaginar lo que fue aquello. Estaba volando», explicaba Epi de aquel recuerdo. Lo malo fue la actuación de España. Siempre se recordará el Angolazo. Fue una de las derrotas más dolorosas en la historia del básquet nacional. «Sentí vergüenza. Es triste para mí ver que esto se ha acabado», indicó tras perder por 63 a 83. Con 33 años y después de 239 partidos internacionales Epi dejaba la selección española.

Otra grande del deporte aragonés conseguía uno de sus primeros grandes logros. Era Conchita Martínez. En los individuales el duelo fratricida se lo llevó Arancha Sánchez Vicario por un doble 6-4. Pero junto a la catalana se llevó la plata en dobles. «Llegué jugando a muy buen nivel. Con Arantxa hacíamos un buen doble ya que desde el fondo de la pista prácticamente no fallábamos. Yo preparaba bien el punto desde atrás y Arantxa podía definir muy bien con la volea», indica 25 años después la oscense.

Conchita se quedó impactada de la magia olímpica de Barcelona. «He disputado cuatro Juegos. Pero me quedo con los de Barcelona por el hecho de jugar en casa delante de tu familia, amigos y todo el público español. Fue una motivación muy grande, aunque a veces te puede presionar más. Fueron inolvidables. ¡Y la ceremonia de apertura fue preciosa!».

ORO HISTÓRICO

La natación marcó un hito puesto que fue la primera vez que España se llevó una medalla de oro. La consiguió Martín López Zubero. Formaba parte de una saga de nadadores que se criaron en Estados Unidos. David ya se llevó un bronce en Moscú y también destacó Julia. Su padre, un oftalmólogo zaragozano que emigró a Estados Unidos, se casó con una chica de Jacksonville. «He nacido y he sido criado en Estados Unidos, pero he recibido una educación española. No he hecho más que seguir el camino que inició mi hermano», decía Martín, que en las piscinas Picornell hizo una carrera en negativo. «Hice 150 progresivos. Después, como siempre, fui a tope los últimos 50», explicaba.

Josero, que es como le llamaban sus más íntimos en Graus, estaba en una nube cuando se clasificó para los Juegos. Con 25 años estaba en la flor de su trayectoria deportiva. «La víspera de la competición estaba entrenando y me pilló el rey Juan Carlos. Me encontraba en el canal de aguas bravas tonificando. Me dijo cuatro cosillas y estuvo muy agradable», rememora José Martínez.

De su competición le queda un sabor amargo. «Bajaba muy bien y tenía la misma sensación que si estuviera navegando en el Ésera. Estaba realizando un buen tiempo intermedio». Pero llegó lo imprevisto. «Giré una de las puertas. Vi el tiempo intermedio y la gente que estaba enfrente de mí en la grada dio un grito de alegría. Entonces perdí la concentración. Esto fue un antes y un después. La siguiente puerta, que era muy sencilla, la toqué y me fui de la competición». Acabó el 35º.

Álvaro Burrell tocó el techo después de emigrar a los 16 años a la Residencia Blume de Madrid para preparar el decatlón con José Luis Martínez. Siempre le quedará una imagen de aquella competición. «Fue una felicidad absoluta ver la marca de 7,53 en la longitud. Fue genial competir con el estadio lleno de aficionados que te animaban por tu nombre. En la longitud me hicieron volar. Acabé la competición muerto. Satisfecho por haber cumplido y pensando en que mis mejores Juegos serían los siguientes con 27 y 31 años», reconoce el que ahora es el alcalde de Monzón. Unas semanas antes superó la barrera de los 8.000 puntos en Alhama. Pero Barcelona nada tenía que ver. «Es el decatlón más intenso de mi vida. Fue muy duro. Muchas horas en la pista y unas condiciones exigentes por la humedad. Todo fue positivo». Burrell terminó el 16º con 7.952 puntos.

Ester Lahoz se quedó en la cámara de llamadas de los Juegos de Seúl. En Barcelona sí que pudo competir con el relevo 4x400. Hizo la primera posta. Después corrieron Cristina Pérez, Gregoria Ferrer y Julia Merino. España no pasó a la final. «No estaba más nerviosa que en otras competiciones por ser unos Juegos. Éramos uno de los mejores relevos de la historia y sabíamos que teníamos posibilidades de hacer final. Y eso que faltaba Sandra Myers». Lahoz le da un gran valor a los relevos. «Es la única competición de equipo dentro de un deporte individual. Solo con la mirada el compañero sabe cómo estás de fuerza». La atleta de Pancrudo fue 57 veces internacional y es directora técnica de la territorial y directora del Centro Aragonés del Deporte.

Merche Fuertes llegó en la recta final de su trayectoria deportiva. El equipo nacional de balonmano terminó el séptimo. «Tenía 34 años y estaba en los últimos estertores de mi carrera. Técnicamente había mujeres de mucha calidad y nos tocó hacer el camino de la profesionalización del deporte femenino». La jugadora de Alfambra se formó en el Medina de Zaragoza, pero jugó toda su vida en el Iber de Valencia. «Jugaba de lateral derecho porque había pocas zurdas, pero era un comodín. Acudir a los Juegos fue un antes y un después en mi vida deportiva», reconoce Fuertes, que es profesora de un instituto en Valencia.

Fernando Bolea disputó sus únicos Juegos en Barcelona. Estaba en el Bidasoa Elgorriaga y compitió con una selección plagada de figuras. «Recuerdo que estaban Fort, Rico, Serrano, Urdangarín, Masip, Etxaburu, Melo, Alemany, Luisón García, Cabanas...». No le quedó un buen recuerdo deportivo. «Terminamos los quintos y no quedamos demasiado contentos. Eran los Juegos de España y optábamos a medalla. Fallamos el primer día y los franceses nos volvieron locos. Nos ganaron 16 a 18», dice Bolea, que ahora es el director deportivo del Balonmano Tolosa.

Pepe Arcega fue el representante del CAI Zaragoza. Una de las imágenes de los Juegos de Barcelona es el zaragozano marcando a Michael Jordan. Ese partido lo perdió España por 81 a 122. «Esa fotografía perdurará en el recuerdo», dice Arcega, que entonces tenía 28 años. Pero le quedan otras tres imágenes. «La primera es el desfile inaugural con Epi llevando la antorcha. Tras cuatro Juegos lo sentía como muy cerca. Después ver jugar al Dream Team. Era como si jugara un equipo de colegio con otro profesional. Por último las amistades que hice en la Villa Olímpica», apunta Pepe Arcega. Fue testigo de dos partidos históricos. Junto al de Estados Unidos, al de Angola. «Llegué en uno de mis mejores momentos. Estábamos tres jugadores del CAI, Aldama y Andreu junto al fisio Paco Binaburo. Me repartía los minutos en el puesto de base con los hermanos Jofresa», explica.