El Casademont Zaragoza ya gana de cualquier manera. Puede jugar bien, mal o regular que acaba llevándose los partidos casi como si no le costara esfuerzo. Como si fuera lo más normal. Es una gran virtud porque le permite cosas como ganar al Fuenlabrada (75-65) en un encuentro gris, sin brillo, de pocos puntos. No fue el duelo más espectacular pero lo que sí es impresionante es que el equipo gane casi siempre, que ya lleve diez victorias en trece partidos, que esté virtualmente clasificado para la Copa del Rey.

Las jornadas pasan muy deprisa, los partidos se acumulan, el desgaste se hace notar, y a veces da la impresión de que el Casademont intenta dosificarse, ahorrarse todos los esfuerzos que puede. Sobre todo sucede en la Champions, pero a veces también en la Liga Endesa. Esa fue la sensación ante el Fuenlabrada, aunque quizá no fuera más que cansancio, puro agotamiento. Y que los rivales también intentan jugar sus armas, aunque a veces no les llegue ni con todo el esfuerzo. Como al Fuenlabrada.

El equipo madrileño intentó cortar el ritmo del Casademont y lo consiguió. Buscó cerrar el rebote defensivo y lo logró a ratos. Quiso tapar a los grandes de Fisac y también tuvo éxito parcialmente. Pero luego sus errores, el golpe de Urtasun en el cuádriceps, y las muchas pequeñas cosas que hace bien el conjunto de Fisac le dejaron sin opciones. El equipo aragonés dominó siempre en un partido extraño en el que empezó solo anotando de tres (cuatro triples y tres canastas de dos hizo en el primer cuarto) para terminar después con su pobre porcentaje habitual (25%). Un buen trabajo en el rebote en el segundo cuarto y la intensidad defensiva del último completaron el trabajo.

El Casademont es un gran superviviente. Hace lo que debe hacer cuando debe hacerlo para ganar los partidos. No se trata de ser el mejor de todos, ni el más brillante. Basta con ser mejor que el que tienes enfrente. Ganar el partido. Después ya vendrá el siguiente. Que el Fuenlabrada lo intenta por todos los medios y se acerca a cinco, a tres puntos, pues el Casademont pega otro estironcito, hace otro parcial rápido y solucionado. Así las veces que haga falta hasta la victoria final.

Entre tanta sombra, una luz, la de Nico Brussino. El argentino está cada jornada más sólido en su juego, más acertado, más valiente, más activo también en defensa. Ayer lideró el ataque de su equipo con 21 puntos y soluciones desde todas las partes de la pista. Una actuación providencial porque Seeley solo anotó una canasta en juego, Ennis quiso hacer de todo y no le salió casi nada, Benzing posteó bien un par de veces pero falló mucho por fuera. Esta vez San Miguel sí miró el aro rival y contribuyó a desatascar a su equipo. Otro al que el Casademont le debe buena parte del triunfo es a Barreiro. Hizo nueve puntos, se llevó nueve rebotes y todos los golpes del partido.

Y así, chino chano, con un poquito de aquí, un mucho de allí, el equipo de Fisac vuelve a ganar. Como si fuera fácil. Diez triunfos en trece jornadas, que se dice pronto. La Copa en la mano y más de media temporada para seguir soñando. El siguiente reto es acabar la primera vuelta con las doce victorias fijadas como base de la temporada. Y ponerse serio en la Champions para meterse en la siguiente fase. Para seguir brindando.