Esa nueva y vigorosa generación de zaragocistas que están viviendo a fondo la adolescencia o que han entrado ya en la veintena no lo vieron jugar y, por lo tanto, no recordarán su infinito carisma en aquel equipo de virtuosos que trajo para Zaragoza la Recopa de Europa, el éxito contemporáneo con mayúsculas del club. Ahora que es entrenador, una profesión que le ha llevado por banquillos de Inglaterra, España, China o Francia, donde ahora dirige al Girondins, Gustavo Poyet conserva todo su halo mágico y aquella personalidad arrolladora. De visita en la capital aragonesa durante unos días atendió a este diario y, como siempre, dejó frases para el recuerdo. Una de ellas fue esta. «Esta ciudad recuerda mucho a los que hacen cosas importantes. Si el Real Zaragoza sube, se va a hablar de muchos jugadores durante mucho tiempo. Y si no sube, pasarán como tantos otros que hicieron cosas buenas pero no les alcanzó. Hay que ganar, esa es la diferencia».

Ese es el desafío al que se enfrentan Natxo González y sus jugadores en las dos últimas jornadas de Liga y en ese hipotético y tan deseado playoff con el ascenso como premio. Ser recordados para siempre por generaciones de zaragocistas, jóvenes y mayores, o quedarse en un grupo notable que servirá de amplia base para otro intento. Ahí está la diferencia.