Hicham El Gerrouj tiene un historial imcomparable en el mediofondo. Ha ganado los cuatro últimos Campeonatos del Mundo al aire libre y es el plusmarquista mundial de los 1.500, la milla y los dos kilómetros. Pero el atleta de Berkano daría todo su historial por vencer en los Juegos.

El Guerrouj sueña con equipararse a dioses de la distancia como Steve Scott, Sebastian Coe, Nourredin Morcelli y Said Aouita, atletas que han conquistado el preciado metal en la cita por excelencia. Sus dos tentativas fueron un fracaso pese a salir como favorito. En Atlanta terminó el último de la final de los 1.500, mientras que en Sydney fue derrotado por el keniano Noah Ngeny.

La caída

En su casa, encima de un armario, tiene una foto histórica: es un primer plano de él mismo con los ojos llororos y con la mano tapando la cara. "Es la final de los Juegos de Atlanta. Tropecé y me caí. Saltaron por encima de mi Cacho y Morcelli. Terminé, pero el último. Ganó Morcelli. Y yo me llevo esta foto enmarcada a donde voy. La cuelgo junto a mi cama. Así nunca me olvido", confesó en una ocasión el atleta de Nike. "El dinero es lo que menos me importa. Lo primero es ganar el oro".

Esto lo decía en la primavera del año 2000, en Ifrane, en pleno Atlas, supervisado por Abdelkader Kada, el entrenador de toda su vida. Es aquí donde hiberna y donde se prepara a conciencia cuando llegan los grandes momentos. Este año ha pasado muchas semanas a más de 1.600 metros. Su única obsesión cuando se acerca la gran cita de los Juegos de Atenas es dormir, entrenarse y comer.

El gran mito del deporte marroquí, que tiene 29 años y cuyos ídolos son el exportero Ezaki Badou y Said Aouita, afirmaba antes de los Juegos de Sydney que, "por el oro en Australia es por lo que me entreno como un loco. Pero cuando haya ganado en Sydney me olvidaré de la foto de la caída en Atlanta. La tiraré y pondré en su lugar otra de triunfo", explicaba el magrebí.

En Sydney no se podía permitir un nuevo fracaso. Para Marruecos esa final tenía una trascendencia tremenda y para el atleta era el objetivo de toda su vida. El Guerrouj se enfrentó a los kenianos, que llevaban varios años dominando los obstáculos, el 5.000 y el 10.000 e intentaban invadir el territorio del marroquí.

Ellos sabían que El Guerrouj tiene un talón de Aquiles. Su ritmo de crucero es demoledor, pero carece de esprint final. Para lograr los récords del mundo le llevaron el ritmo las liebres , y el fue el primero que las utilizó en los grandes campeonatos.

Todos se quedaron sorprendidos cuando hecho mano de una liebre en la final de los Campeonatos del Mundo de Sevilla. Allí le ayudó su compatroota Choukki. Fermín Cacho y Reyes Estévez, que llegaban en forma, tuvieron que plegarse ante la pareja de magrebíes, que firmaron el 1.500 más rápido de la historia en un gran campeonato: 3.27.65.

Un año más tarde, El Guerrouj utilizó la misma táctica en la final de los Juegos de Sydney. La última derrota en un 1.500 se había producido precisamente en Atlanta. Su rivales eran los kenianos Ngeny y Lagat y el francés Baala. También corrían Higuero y Díaz.

Final fatal

El Guerrouj mostró sus cartas nada más comenzar la carrera. Su compatriota Baba ejercería de liebre al servicio del campeón. Y se sabía, por tanto, que la carrera sería lineal, rápida, sin otros conflictos que los derivados de la pura persecución al marroquí. Los kenianos sabían que debían ser más resistentes para ganar.

En el paso por los 800 metros Baba hizo 1.54.77, tres segundos más lentos de lo que le aconsejó El Guerrouj. Era demasiada responsabilizad para Baba, un chaval de 21 poco curtido en los grandes campeonatos. A falta de 600 metros terminaron los servicios de Baba y el campeón marroquí estaba solo en cabeza del reguero de atletas.

Ngeny y Lagat aguantaron a pie firme. El Guerrouj bajó su ritmo, pero los kenianos no le quisieron pasar. El marroquí no se había visto tan apurado en los últimos cuatro años: una última recta con dos kenianos a su lado. En los 40 metros finales hizo un acto de voluntarismo, pero Ngeny salió del rebufo y se llevó el oro.

Sentado en la pista y, mientras miraba al suelo con los ojos vacíos, recibió el consuelo de quien le había derrotado. "He sufrido una presión agobiante. He sentido a todo el pueblo marroquí detrás de mí. A mi rey, a todo el mundo... No he aguantado".

Su foto de la caída en Atlanta sigue colgada en su dormitorio. Espera romperla cuando gane en los 1.500 o los 5.000 metros de Atenas. En la ciudad helena tendrá una de sus últimas oportunidades.