"Prefiero ni recordarlo. Hay cosas que es mejor olvidar cuanto antes". El secuestro de la madre de Robinho ha acercado a la mente de Milito un triste recuerdo. Su padre, Jorge, también fue secuestrado a finales de agosto del 2002, cuando el ahora jugador zaragocista vestía la camiseta de Independiente. Fueron 19 horas de angustia para la familia del Mariscal , un periodo de tiempo más corto en todo caso que el que está viviendo el delantero brasileño, que no tiene noticias de su progenitora desde el sábado cuando fue raptada en una cena familiar por dos hombres armados.

La causa de estos secuestros es siempre la misma: el dinero. Y en Argentina, Colombia o Brasil no suponen ninguna novedad. El padre de Romário, el de Astrada, técnico de River, o el hermano de Riquelme, por citar tres ejemplos, también pasaron tiempo en cautividad y fueron liberados tras pagar sumas que siempre quedan bajo secreto de los afectados. En el caso del padre del Mariscal , los secuestradores pidieron 200.000 dólares por su liberación, pero, según citó en su día el diario Clarín , la cifra que al final obtuvieron pudo rondar los 100.000 pesos argentinos, unos 26.000 euros al cambio actual.

La historia

El calvario para Jorge Milito comenzó el viernes 29 de agosto, pasado el mediodía, cuando se dirigía en su automóvil a su domicilio y se le cruzaron dos coches con seis individuos. Eso sí, los secuestradores no tardaron en ponerse en contacto con la familia --con la de Robinho aún no lo han hecho, aseguran en Brasil-- para exigir la cantidad antes citada. Fue el propio Gaby --tiene dos hermanos, Diego, el mayor, que juega en el Génova y que entonces militaba en el Racing y una hermana más pequeña-- el que empezó la negociación y habló con los captores, pero al final la intermediación quedó en manos del que es todavía uno de sus agentes, Hugo Issa.

"Es una situación realmente fea, porque se vive con muchísima tensión, preocupación e incertidumbre por lo que puede llegar a pasar. Son momentos muy difíciles", explicó Milito ayer. Y eso que, según comentó su padre después del secuestro, pudo hablar alguna vez con sus dos hijos por teléfono durante esas 19 horas. "Tenían cuidado de que mis ojos estuvieron bien vendados para no verlos, pero no me maltrataron y me dieron de comer. Eran medianamente jóvenes y me decían que quedara tranquilo, que me iban a largar", aseguró Jorge.

"El momento más tenso fue cuando se cortaron las comunicaciones con la familia", relató también en su día, ya que los secuestradores temieron que el teléfono al que llamaban estuviera intervenido. Finalmente, se restableció la comunicación y llegaron a un acuerdo para su liberación, que se produjo el sábado 30 de agosto en una carretera de tierra paralela a la autopista que lleva a Buenos Aires. "Hay que tener confianza y esperanza de que todo va a salir bien. Esperemos que en el caso de Robinho todo sea cuestión de poco tiempo y que se solucione cuanto antes", deseó Gaby Milito.