El pequeño círculo de amigos y los pocos familiares que atendían a Marco Pantani habían perdido la pista del ciclista en los últimos cinco días. Nadie sabía dónde estaba el corredor y, menos aún, por qué se hospedaba en un modesto hotel de Rimini, a apenas 20 kilómetros de su mediana mansión de Cesenatico. El Pirata murió sólo, el sábado por la tarde, en una pequeña habitación de la residencia Le Rose . Junto al cadáver aparecieron unas notas de su puño y letra, una decena de cajas de ansiolíticos, casi todas vacías, y un indeterminado número de fármacos antidepresivos.

Hoy se le practicará la autopsia, aunque ayer, Paolo Gengarelli, fiscal de Rimini, descartó a France Presse la hipótesis de un suicidio. Al parecer, no se encontró en la habitación del ciclista ningún tipo de droga, a pesar de que la mayoría de sus amigos tenían la evidencia de que Pantani estaba inmerso en el laberinto de las drogas, como cocaína. "Por esta razón, una serie de amigos, como Cipollini, estábamos trabajando para que Marco se curase y para que viajase el próximo día 27 a la comunidad para la recuperación de tóxico-dependientes que lleva el padre Gelmiani en Bolivia", declaró ayer a una televisión italiana Enzo Vicennari, amigo de Pantani, y jefe de redacción de la revista Bici Sport , una de las publicaciones ciclistas de mayor arraigo en Italia.

REFLEXIONES PERSONALES Según explicaron ayer a este diario diversos periodistas italianos desplazados a Rimini las notas que aparecieron junto al cuerpo sin vida de Pantani habían sido escritas por su puño y letra, aunque en ningún caso se trataría de un testamento. "Se trata de reflexiones personales y una pequeña alusión al mundo del ciclismo", indicó Pier Bergonzi, de La Gazzetta dello Sport .

Todas las pruebas indican que Pantani se encontraba sumido en un profundo estado depresivo. Prueba de ello es la premonición que había escrito en su página web oficial (www.pantani.it), que ayer se encontraba absolutamente colapsada. "A veces cerramos los ojos porque la realidad no nos gusta y nos olvidamos de comunicarnos más y saborear la vida". En el mismo texto de internet, Pantani comunicaba a sus tifosi su intención de continuar en breve un libro autobiográfico, recientemente iniciado. Le había abandonado Kristine, su compañera, y, además, según parece, también se había distanciado de sus padres, quienes, normalmente, le habían seguido siempre en las mejores etapas del Tour y el Giro, en sus años más brillantes. La familia del ciclista se encontraba ayer regresando de unas vacaciones en Grecia.

Los mismos testimonios recogidos en Rimini de camareros y empleados de la residencia donde falleció Pantani recordaban ayer a un huésped muy callado, huidizo y que detestaba el contacto con la gente. Precisamente, fue el servicio del hotel, alertado por no saber nada del ciclista durante todo el día del sábado, el que decidió forzar la puerta de la habitación, que estaba cerrada por dentro. Pantani estaba tumbado en la cama boca abajo.

ABANDONO FISICO No había vuelto a entrenar desde que acabó el Giro, el 8 de junio. Su físico, en otoño, estaba muy descuidado, con un alarmante sobrepeso de casi 20 kilos de más, aunque últimamente se había adelgazado bastante. El corredor también había empezado a frecuentar un nuevo círculo de amigos, vinculados con el mundo de la noche.

En verano ingresó en una clínica de desintoxación, aunque lo cierto es que su vida nunca fue la misma desde que le excluyeron del Giro de 1999 por presunto dopaje. "Ha sido el último gran escalador que conocemos desde hace una decena de años", declaró ayer Jean-Marie Leblanc, director del Tour.