Dieciséis años tenía Chechu Dorado cuando arribó desde Córdoba al juvenil del Zaragoza en 1998. Había estado en la cantera cordobesista y en el Séneca antes de dar el salto y Manolo Villanova no tardó en hacerle un sitio en el filial. Cuatro años estuvo en el Zaragoza B, con una generación de futbolistas que consolidó a aquel equipo en Segunda B, en la zona noble, aunque en ese Zaragoza de Primera era difícil hacerse un hueco.

«Lo subo yo al filial, porque llamaba la atención en el juvenil. Parecía que tenía 40 años. Era muy inteligente, transmitía seguridad y colocación, además de sacar bien la pelota jugada. Ofrecía calidad, seguridad, profesionalidad y no creaba ni un solo problema. Lo nombré capitán y ningún jugador puso una objeción. Es que era un ejemplo. No se ponía nunca nervioso, intentaba ayudar», afirma Manolo Villanova, que también empezó a utilizarlo de lateral zurdo, «aunque no le gustaba mucho»

«Yo dije muchas veces en el club que tenía que subir al primer equipo, pero no se le dio la oportunidad», añade el extécnico zaragocista, que después coincidió con Dorado en el Huesca, en la 07-08, el curso que acabó en ascenso oscense, aunque Villanova no lo vivió tras intentar salvar al Zaragoza del descenso a Segunda, sin conseguirlo. «Es un acierto total su fichaje, siempre lo he puesto de ejemplo de jugador para sacar la pelota desde atrás con calidad. No hay muchos como él».

DE NYON AL LLEIDA

Dorado completó cuatro temporadas en el filial y en el verano del 2004 hizo la pretemporada con Víctor Muñoz en Nyon sabiendo que su destino estaba fuera. Allí, en tierras suizas, coincidieron los Zaparaín, Dorado, Rubén Falcón, Jorge Pina, Lafita, Generelo, García Granero, Camacho, Capi o un jovencísimo Zapater, además de canteranos más veteranos como Cani, Cuartero o Láinez. La mitad de aquel stage tenía vínculo de cantera zaragocista, pero pocos llegaron.

No lo hizo Dorado, que se fue cedido al Lleida para ya no regresar hasta ahora. Y tampoco Jorge Pina, que se marchó al Racing de Ferrol y ahora consume en El Palo, en Málaga, sus últimos días de fútbol: «Chechu es un tipo muy noble, de los que hace vestuario, no creo que nadie que haya compartido grupo con él pueda decir malas palabras. No levantaba la voz ni decía cosas fuera de tono, pero en lo que decía tenía jerarquía», explica el centrocampista zaragozano, que destaca que «es un central que apenas comete errores, con buen manejo e inteligente. Le costó un poco más llegar a la élite, pero lleva mucho tiempo en Primera y Segunda, lo que habla maravillas de él».

Víctor Muñoz entonces optó por Capi, un espigado central gallego que sí llegó a debutar en aquel Zaragoza de de Primera. «Cada entrenador tiene sus gustos y Víctor apostó por mí, pero en otro camino a él le fue muy bien», asevera el futbolista gallego, ahora en la Tercera de su tierra, en el Céltiga, de Vigo: «Éramos muy parecidos en la forma de ser, tranquilos e introvertidos. Yo cuando llegué él era un peso pesado de ese vestuario, no tenía coche y él me llevaba a entrenar. En eso también hacía de buen capitán», recuerda, poniendo el énfasis en la inteligencia sacando el balón del central cordobés.

Sí logró debutar Lafita en aquel Zaragoza, pero vivió una cesión al Deportivo antes de ser importante en el equipo de su vida: «En ese Zaragoza era difícil jugar y él tenía por delante a Gaby Milito y a Álvaro», explica Lafi, que añade: «Es un tipo serio, reservado, pero muy profesional. Tiene mentalidad de líder. En el campo y en el vestuario da el do de pecho. De esos jugadores hay pocos. Puede aportar mucho y lo veo necesario por su experiencia y su calidad, además de su salida de balón. Me alegro por él, porque es un chaval espectacular y cumple el sueño de jugar en el primer equipo. Más vale tarde que nunca».