La expresión la gran familia del fútbol regional cobra pleno sentido en el caso de los Navarro, padre e hijo, que curiosamente viven su pasión desde dos frentes distintos: José María, el padre, es desde hace años el encargado de mantener en perfectas condiciones el campo del Giner, en el barrio de Torrero; por su parte, su hijo Jesús lleva ocho años como presidente del Ebro, el club de La Almozara.

José María Navarro llegó a Zaragoza procedente de un pueblo de la zona de Calatayud a principios de los 70. "Un día me acerqué a ver cómo jugaban los del Giner, y me encontré con una chica de mi pueblo, que festejaba con uno de los jugadores". A través de ella, el señor Navarro --como todos le conocen en el club-- entró en contacto con la directiva del Giner, y comenzó a trabajar con ellos. El presidente del Ebro aún conserva recuerdos de esos tiempos: "Entonces no había nada hecho", comenta Jesús, "tuvieron que construir ellos mismos hasta las tapias del campo". Y prosigue: "Cuando era pequeño sí que iba a ver a los partidos del Giner, pero luego, después de casarme fui a vivir a La Almozara. Mi hijo comenzó a jugar en el Ebro, y así fue como me vinculé con el club". José María Navarro, a quien siempre le brilla una mirada irónica, lo resume así: "Cuando Jesús se metió en el fútbol ya era muy mayor. Yo creo que se irá del Ebro cuando se haga rico, que para eso se meten a presidentes".

La llamada de los domingos

Las discusiones por motivos futbolísticos no pueden ser muy agrias. "El defiende al equipo de su barrio, y yo al del mío", señala Jesús. De hecho, en casa de José María se sigue cada domingo la actuación del equipo de su hijo. "Todas las semanas, cuando juega el Ebro lo seguimos por la radio, y si pierden, ya tienes a su madre llamando a Jesús para echarle la bronca", confiesa el mayor de los Navarro. Con la experiencia de muchos años al pie del cañón, el mantenedor del campo del Giner vaticina: "Este año el Ebro lo va a tener mal, porque se le han ido tres jugadores buenos". Pero Jesús replica: "Hemos fichado otros cuatro, no hay problema".

Los fichajes pueden ser precisamente motivo de polémica entre padre e hijo, aunque siempre bajo la óptica de la cordialidad. "Ahora, los partidos entre el Giner y el Ebro son sólo entre equipos de pequeños", explica José María. "Y cuando vamos a jugar al Ebro, nos vigilan a los chicos que juegan bien para llevárselos". Jesús se ríe ante tales acusaciones , y deja que su padre siga hablando: "Pero todos los jugadores que han estado en el Giner y se han ido a otro equipo, al final vuelven, porque saben que aquí hay muy buen ambiente". Y el presidente del Ebro lo corrobora: "Lo que sí es cierto es que, cuando nuestros chicos van a jugar al Giner, reciben un trato de favor". En ese trato favorable seguramente tiene mucho que ver la presencia del señor Navarro, que confiesa cuál es una de sus mayores satisfacciones: "Cuando voy por la calle, muchos chicos, y no tan chicos, dicen: ¡Mira, por ahí va el Navarro! Eso es lo que más me gusta, la cantidad de gente que he conocido gracias al fútbol".