«¿Qué esperaban exactamente cuando ficharon a José Mourinho?», se pregunta un columnista del Daily Telegraph. Es el titular más llamativo tras la debacle europea del Manchester United. En situaciones como las de ayer, qué menos que esperar una excusa. Una de ellas. Que el portugués volviera a girar la ruleta y señalase al árbitro, a un futbolista, a dos, al tiempo, al médico, a los fans, al calendario o incluso a Frank de Boer. Cuando el club más poderoso de Inglaterra fichó a Mourinho buscaba la verdad absoluta. No volver a ser objeto de burla o de escarnio. Ser siempre los mejores pasase lo que pasase, porque aquellos días donde no lo fuesen, Mourinho conspiraría para salvaguardar las apariencias. Sin embargo, el luso se sentó ayer en su tribuna preferida y lanzó un mensaje impropio: «No hay tiempo para dramas. Es solo futbol. No es el fin del mundo». Que no sea un drama es el drama de Mourinho.

Quizás esta vez la búsqueda de un chivo expiatorio fuese más complicada que en otras ocasiones. Mourinho prefirió no señalar a Paul Pogba pese a su alarmante inoperancia porque abriría un conflicto mayúsculo en el vestuario. Y tampoco apuntó a Alexis Sánchez, un gol de rebote en 10 partidos, porque es su última adquisición. Por nombres su alineación no fue tan amarrategui como otras veces pero sigue teniendo problemas en partidos de esta índole: «Los métodos de Mourinho, construidos entorno a la solidez y el control defensivo, ya no funcionan contra los mejores equipos», apunta Barney Ronay en el Guardian.

Los señalados

Puede que sea así, o que no funcionen si los deseas emplear en un club como el Manchester United, cuyas costumbres tradicionalmente han sido otras. El United actual se refleja en las actuaciones de Pogba, fichado por 105 millones para gobernar al equipo. Sus pases de ayer, directamente al adversario o fuera de banda, demuestran lo perdido que está. Mourinho quisiera al francés trabajando como lo hacía en la Juve, de escudero, pero se ve medio obligado a darle libertad de movimientos.

El chileno Alexis Sánchez es el otro gran señalado. Habla Rio Ferdinand: «Es una sombra de él mismo. Cuando estaba en el Arsenal todos le miraban para inspirarse. Aquí parece un extraño. Algo pasa con él». El reparto de las críticas y la comparación con los anteriores inquilinos del banquillo, David Moyes y Louis Van Gaal, posponen que se debata la continuidad de Mourinho.

En una Premier radical, que ya ha echado a nueve entrenadores en lo que va de temporada, parece haber tomado una actitud menos beligerante que en el pasado. No tanto en la sala de prensa, donde se mantiene en forma y protagonizó una guerra por fascículos contra Antonio Conte, pero sí en el club. Renovó su contrato hasta el 2020.

Que sus vecinos del City estén maravillando ha ayudado a instaurar una sensación de inferioridad en los red devils. Un estatus que no estaba tan claro a principios de temporada. Los segundos años de Mourinho eran los buenos. No será el caso en el United. «Tienen que cambiar muchas cosas», avisó el portugués. Lo más probable es que los cambios vayan dirigidos a contrarrestar al City. A la contra, en juego y en mensaje. Una postura más cómoda para Mourinho.