El pamplonés Daniel García de Eulate Castiella es un enamorado de los Mallos de Riglos. Desde pequeño quedó hechizado por la magia de estas paredes rojizas del prepirineo aragonés. «Lo conocí a los 18 años y me quedé prendado. Empecé a escalar y disfruté como un enano. De Riglos me gusta todo, los mallos, la comodidad de llegar y tener paredes aventureras al lado del coche, el paisaje... Hay pocas paredes en el mundo como las de Riglos», explica.

Prueba de su fidelidad al lugar es que ha disputado todas las ediciones del XI Rally Doce Horas de Escalada de Riglos, que se celebró el sábado pasado. Se impuso con su compañero de cordada Egoitz Egozkue. «Hace tres años también ganamos, pero este año la marca es más potente», explica. Tras ellos terminaron los mallorquines Rubén Fernández e Hipólito Olivares y terceros los antequeranos Rubén Fernández y Carlos Expósito. En mujeres vencieron Eli Pérez e Isa Pozo.

Para la pareja de navarros, el planteamiento no era ganar, sino «hacer metros. Nos gusta escalar y apuntarte a un rally es una excusa perfecta, porque te ponen todo a huevo, te ponen un avituallamiento, te lo señalizan todo, lo dejan todo limpio... En el rally es todo más llevadero, hay muy buen rollo y es una competición un poco descafeinada, aunque cuando te pones un dorsal te motivas», indica.

Las vías

Al final los ganadores sumaron 1.400 metros. Hicieron las seis vías en La Visera. «Eran la Naturaleza Salvaje, la Zuzen, la Popelle, la Directa, la Zulú y la última la Fiesta del Bíceps». No tuvieron ningún bajón durante las doce horas de escalada. «Lo peor fueron las bajadas por el mismo camino. Al final pasamos de la fiesta del bíceps a la fiesta del cuádriceps, porque las piernas sufren bastante. En vez de rapelar La Visera se baja andando y corriendo un desnivel de la hostia. Se baja en menos de un cuarto de hora», indica.

La ruta más complicada que realizaron fue la Zuzen. «Tiene un 7b que obliga hacer un 7a. El promedio fue de dos horas de subida y bajada de cada vía. La Zuzen la hicimos en la segunda posición. Queríamos hacerla en primer lugar, pero en el sorteo lo escogieron otros y elegimos La Naturaleza Salvaje, que también es perrilla», indica.

Lorenzo Ortas, vicepresidente de Peña Guara, organizador del evento, era como todos los años el director técnico. «Este año contamos con 22 cordadas en cuatro categorías: masculina, femenina, veteranos hombres y mujeres y mixto. Solo había dos cordadas de chicas. No hay muchas capaces de cumplir a este nivel y donde más escalan es en las cordadas mixtas», indica Ortas.

Esta competición está integrada en la Liga Nacional de Rallys junto a Leiva, Ifach, El Chorro y La Cabrera. «El año pasado lo organizamos en octubre y solo tuvimos 11 horas de luz. Se organiza en fechas limitadas esta competición. Tiene que haber 12 horas de luz y no se puede hacer en verano con el calor», indica.

Se utilizaron un total de 38 vías. «Pusimos un límite de 35 cordadas y todas las vías estaban equipadas. Nos obsesiona la seguridad y si hay una caída, no puede ser grave. El Mallo Pisón se baja rapelando y puede haber caída de piedras y, si llueve, puede haber problemas con las barranqueras». La competición se centró en «La Visera. Estuvieron todo el día escalando allí. Es un mallo seguro, se baja andando y hay menos accidentes. Allí están las rutas más difíciles», indica.

Ortas explica que para ganar en esta competición «hay que ser resistente y técnico. Van muy alto y a mucha velocidad y les tienen que aguantar las fuerzas durante doce horas. Yo no he hecho ninguna de las vías que han escalado ellos en La Visera y no me siento capaz de hacerla», explica. La roca de Riglos es un conglomerado con grandes bloques y bolos. «Es una escalada muy atlética y física, que cuesta hacer a la gente que no está acostumbrada a los desplomes», afirma.

Ortas reconoce que tan importante como la resistencia y la técnica es la estrategia. «El año pasado los segundos perdieron al fallar en la estrategia. Si en la última escalada hubieran ido a otra ruta, habrían ganado. En los rallys van a ganar unos cuantos, otros a hacer amigos y a pasárselo bien», apunta. La prueba tuvo 20 voluntarios. «Se ponían en los controles seis horas y se relevaban. Había tres controles y allí se apuntaba la ruta que hacía cada cordada. En los avituallamientos había agua, bebidas isotónicas, bocadillos y frutos secos». Tras la competición se organizó la cena en el refugio de Riglos.