Esto es lo que hay. Al Real Zaragoza le toca festejar una victoria frente al Nástic de Tarragona porque verdaderamente fue un triunfo balsámico y fundamental para no meterse en más problemas. Para esto ha quedado una temporada en la que se habló de ascenso sin tapujos como culminación de un proyecto de dos años y en la que los continuos errores y las numerosas lesiones han abocado al equipo a la nada, solo a esperar que termine cuanto antes este suplicio.

El Zaragoza recuperó la calma con una victoria tranquila y la más amplia desde aquel 0-4 de Oviedo que parece ya de otro tiempo. El equipo de Víctor Fernández aprovechó a la perfección la bisoñez y la endeblez defensiva de un Nástic que no es colista porque el Reus está retirado de la competición y encaminó bien pronto el triunfo. No hubo tiempo ni lugar para las dudas, ni para los errores propios. En uno ajeno llegó el tanto de Verdasca a la salida de un córner mal defendido. Se llevaban tres minutos de partido y Linares y Delmás pudieron ampliar la ventaja poco después. Fue Pep Biel quien prácticamente cerró el partido a los 19 minutos con un bonito golpeo desde fuera del área que ajustó a la perfección al poste.

Para evitar siquiera el más mínimo disgusto Delmás remató al débil Nástic con el tercero antes del descanso. Tanta paz y tanta calma acabaron convirtiendo el partido en algo aburrido, con una segunda parte en la que el equipo visitante intentó agitar su ataque a ver si sucedía algo con el verso suelto de Luis Suárez, lo mejor del Nástic, y la entrada de Kanté. Pero la inocencia del cuadro tarraconense fue tan acusada en su defensa como en la parcela ofensiva y no hubo caso. Aunque Cristian Álvarez aún tuvo que dejar su sello al final.

En el Zaragoza ni siquiera la entrada de Pombo y Guti alegró algo la noche. Ninguno de los dos brilló en un partido que iba ya de bajada, fiel reflejo de la temporada del Real Zaragoza. Lo mejor que le podía pasar al encuentro era el final y lo mismo cabe decir de esta campaña. La mayor alegría será llegar a la jornada 42 y que pase a la historia. Con el triunfo de ayer el Real Zaragoza suma 37 puntos, los mismos que el Tenerife y el Rayo Majadahonda, aunque se sitúa por delante de los dos en decimoquinta posición. El descenso lo marca ahora el Extremadura con 30 puntos. La distancia, pues, son siete con diez partidos por delante, treinta puntos en juego. Tres serán seguros ya para el equipo aragonés, los correspondientes al duelo ante el Reus.

FIN DEL EFECTO

Una distancia que, aún no siendo matemáticamente definitiva, ha de ser más que suficiente en una temporada en la que no van a hacer falta los famosos cincuenta puntos para salvarse. Para todo lo demás hace mucho que este equipo ya no está, a pesar de esa efervescencia inicial en el regreso de Víctor Fernández. Una vez rebajado el efecto el Zaragoza no ha vuelto a ser tan malo como en la infausta etapa de Lucas Alcaraz, pero tampoco ha vuelto a mostrar ni el nivel ni la alegría de aquellos días en los que pareció posible otro milagro del tamaño del del año pasado. Claro que un objetivo como el ascenso no puede dejarse al albur de un milagro o de un toque de flauta.

Nada ha salido según lo esperado ni lo previsto esta temporada, que ya se alarga más de lo necesario para desesperanza y desilusión del aficionado. Al Real Zaragoza todavía le quedan por disputar nueve partidos con la única misión de controlar por el retrovisor que no se acerquen los del furgón de cola de la tabla y terminar ofreciendo la mejor imagen posible para que no se deshinche la hinchada. Nueve partidos más para alargar esta agonía y que concluya la sexta temporada consecutiva del club en Segunda División, algo inaudito en su historia. Al menos ayer tomó un poco de aire en una noche plácida.