La contrarreloj es, con diferencia, la modalidad más científica en el ciclismo del siglo XXI que tanto mira los potenciómetros en las etapas de montaña. Difícilmente un especialista del crono, cuando se juega una carrera, sea menor o mayor, como este caso ha sido el Giro, erra en el terreno tan esquivo para los escaladores pequeñitos, ahora Nairo Quintana y antes tantos y tantos otros. Ni se esperaba que fallase, ni ocurrió. Tom Dumoulin se adjudicó el Giro del centenario por delante de Quintana y de Vincenzo Nibali, el primer holandés que ganaba la ronda italiana, a los 37 años de adjudicarse Joop Zoetemelk el Tour.

En una ronda italiana programada con dos etapas de contrarreloj y 70 kilómetros en el guion los escaladores podían tener enfrente un hueso en el momento en el que se destapase algún experto en el crono. Y solo había uno, Dumoulin, del que se recordaba que había perdido la Vuelta 2015 en el único día de montaña tradicional, que nunca tuvo equipo y que difícilmente aguantaría el ritmo de los escaladores, sobre todo de Quintana, quien partió como favorito y con una aspiración que este año no logrará: conseguir el doblete, Giro y Tour.

Quintana no tuvo la inspiración deseada en la montaña, de hecho lleva más de un año (salvo la excepción de la Vuelta del año pasado, que ganó) en que el ciclista colombiano del Movistar no se acaba de encontrar a sí mismo en las cumbres. Pero, aún así, Quintana no ha perdido el Giro en la montaña sino en dos contrarrelojes, sobre todo la primera, en la que estuvo por debajo de lo que se esperaba para entregar casi tres minutos a Dumoulin que, en parte, solo recuperó gracias al apretón natural que tuvo el holandés en el Stelvio. Un Dumoulin, al que por falta de fuerzas, no de interés, no pudieron eliminar ni Quintana, ni Nibali, ni Pinot, cuarto en Milán.

De hecho, ayer, casi parecía más complicado que Quintana conservara una posición en el podio que Dumoulin se llevara la clasificación general. Ni tuvo la necesidad de ganar la última etapa --la victoria se la llevó su compatriota Jos van Emdem-- sino de controlar a sus rivales, sin arriesgar por una caída y sin ponerse demasiado nervioso. Cuando quedaban 500 metros para que Quintana cruzara la meta ya supo Dumoulin que le había arrebatado la maglia rosa. Quintana perdió el Giro por medio kilómetro y apenas 31 segundos.

El Giro pasó para evidenciar que los corredores siguen llegando demasiado cansados a las montañas de la tercera semana, en un ciclismo que ha aparcado las fantasías del pasado y que, para fortuna del espectador, aunque privado de ataques de locura, mantiene la igualdad y la incertidumbre para descubrir quién ganará hasta el último día. Así ha ocurrido en esta ronda italiana del centenario.