No hay medias tintas en La Romareda, donde pronto se miden la personalidad y el talento de los nuevos futbolistas. Lo saben bien los jugadores que van llegando estos días a Zaragoza, a quienes advierten pronto de que salen a una plaza grande, capaz de devorar a cualquiera. El entorno engulle a algunos; otros no soportan o entienden el absolutismo del estadio; predominan en este periodo aquellos que quedan estigmatizados por sus cualidades, insuficientes, se entiende. Se trata de sobrellevar la presión, aquello que intentó Juliá apostando por hombres veteranos o de carácter. La verdad del fútbol se ha llevado por delante a casi todos, muchos intimidados por la supuesta voracidad de un coliseo mucho más amable hoy que en tiempos pretéritos. Las formas han cambiado otra vez, virando hacia un perfil de futbolista más modesto pero con buena calidad física y más hambre.

«Estoy informado sobre eso (la presión en Zaragoza), pero al final yo soy un jugador muy tranquilo y eso se refleja en el campo, donde cada uno lleva la presión como puede. En principio, yo espero llevarla bien porque soy bastante frío y esas cosas no me suelen afectar mucho». Las palabras son de Íñigo Eguaras, la segunda presentación en la cola del verano zaragocista, que puso palabras firmes a su vacilante voz.

El centrocampista es un futbolista nacido en Ansoáin pero crecido en la cantera del Athletic, adonde llegó con 12 años. En el club bilbaíno cumplió los ciclos formativos hasta llegar al filial, donde se encontró una barrera que no pudo superar. En el 2014 le abrieron las puertas para marcharse al Sabadell de Segunda División, con el que descendió de categoría. Un año después firmó por el Mirandés, donde ha jugado las dos últimas campañas con idéntico destino. Pese a los malos resultados del equipo burgalés, su fútbol llamó la atención de Lalo Arantegui. «A cualquier jugador que le llame el Zaragoza, que es un club grande, le hace especial ilusión. Y más cuando has tenido una campaña bastante complicada como es mi caso», explicó ayer el futbolista, que llega para llenar el vacío en la línea de creación, donde sobreviven Zapater y Ros después de que la temporada se llevase por delante a Erik Morán y Edu Bedia.

El ascenso no se nombra este año, ya se sabe, aunque los objetivos sean los de siempre. «De primeras, empezar con buen pie para que entre todos llevemos al club donde se merece y que sea un año redondo», dijo Eguaras, que espera competencia en la medular. «Cuantos más jugadores lleguen al equipo, mejor. La rivalidad saca lo mejor de ti y eso beneficia al equipo».

En principio, Íñigo Eguaras es favorito para tener un sitio el once inicial, aunque falta por completar el rompezabezas estival de la plantilla, donde habrá baile de nombres en la puerta hasta el final. «En todos los equipos es complicado entrar desde el inicio. Hay que trabajar para entrar en el once, y no solo en el once sino en las convocatorias. Hay que dar lo mejor de cada uno», manifestó el navarro, centrocampista polivalente pero con preferencias. «Mientras juegue, me da igual la posición. Me describo como un futbolista con una buena salida de balón y buena visión de juego, pero sin olvidar nunca el trabajo, que es lo más importante. Me siento más cómodo jugando de mediocentro, pero puedo jugar en cualquier parte del centro del campo».