Quizá todo el fútbol, todo el cambio, todo lo que ha significado Víctor Fernández y todo lo que ha hecho en apenas un puñado de días puede resumirse en ese golpeo exterior de Íñigo Eguaras para poner un balón veinte metros por delante fuera del alcance del defensa y a los pies de Lasure que el canterano golpea al interior del área y que remata Guti en el segundo palo picándola al poste contrario para que no llegue el portero. Así ganó el Real Zaragoza en El Molinón, con fútbol, combinando, con calidad, dominando y ganándoselo a pulso.

Así gana este Real Zaragoza de Víctor Fernández, decidido, valiente y que apuesta por los buenos, por los mejores. Y uno de ellos, de los llamados a marcar diferencias, es Íñigo Eguaras. En su estreno ante el Extremadura no pudo contar con el creador navarro por recomendación médica. El plan de recuperación para sus molestias derivadas de la pubalgia incluían reposo hasta el nuevo año, pero a la primera oportunidad que ha tenido de contar con él, Fernández no dudó ni un segundo. Eguaras a la sala de máquinas. Él solo, por delante de la defensa, con cuatro por delante de él -con libertad de movimientos, que el sistema no es un corsé- y Marc Gual en punta.

Y eso que Eguaras todavía no está a su mejor nivel. O, al menos, no parece que haya alcanzado el estadio supremo que guió al Zaragoza a esa segunda vuelta histórica de la pasada temporada. De hecho cometió algún error importante, como el que a punto estuvo de costarle un gol en contra al equipo en los primeros compases pero que acabó en nada gracias a Cristian y al palo. Pero ese fallo no le hizo esconderse sino, tal y como pide su técnico, siguió queriendo jugar e intervenir en el juego y, en general, su partido fue más que bueno, yendo de menos a más en su rendimiento, clave para armar un juego ofensivo que, ahora sí, tiene criterio y, sobre todo, peligro.

Las estadísticas dicen que completó un 85,5% de pases precisos, un total de 47, y que intentó ocho pases en largo, de los que completó cinco. Uno de ellos, clave para los tres puntos. Sobre el campo se le vio cómodo y muy bien acompañado. Con Guitián y Álex Muñoz el equipo tiene una mejor salida de balón desde atrás y, por tanto, la pelota llega más fácil a Eguaras, que se acerca a la frontal cuando hace falta para ayudar y llevarse el balón. Después está James Igbekeme, que merece capítulo aparte. Con sus siete pulmones, el nigeriano vuelve a ser el que maravilló a principio de curso, apróximándose a Eguaras si hace falta, subiendo cuando es necesario, estando en todas partes.

LA MOVILIDAD

Y Eguaras tiene mucho más donde elegir que antes para enviar un pase porque, primero, hay muchas camisetas blanquillas por delante del balón y, segundo, la continua movilidad de piezas que dispone Víctor Fernández permite la irrupción de jugadores por espacios inesperados, dinamiza el ataque aragonés y dificulta la defensa del rival. El Zaragoza ahora ataca más y mejor, hace los partidos divertidos, y eso se debe a que todos comparten esa idea inoculada por Víctor Fernández en dos ratos y que canaliza como nadie Eguaras.

Lo importante es que el Zaragoza ahora quiere el balón, quiere ganar y está siempre lo suficientemente cerca de la victoria como para merecérsela y llevársela. Todavía quedan cosas por corregir, aún hay desajustes defensivos que suponen un riesgo ante marcadores cortos, falta por encontrar un delantero de colmillo más afilado que aproveche tantas llegadas, siguen sucediendo errores puntuales que pueden ser fatales, como el del propio Eguaras al inicio del partido. Pero la transformación del Real Zaragoza ha supuesto una metamorfosis total. De hace tres semanas para acá parecen dos equipos diferentes con los mismos jugadores. Con Eguaras como símbolo de la nueva idea.