Una abrió de par en par la puerta a un futuro del que la otra es, seguramente, la principal esperanza. Marta Frías y Paola Cebollada son, en la actualidad, las figuras más emblemáticas de un arbitraje femenino aragonés que vive un momento dulce. Ambas son las representantes del comité aragonés en la Liga Iberdrola -la máxima categoría de fútbol femenino-, y son las dos únicas árbitras de la comunidad que han dirigido encuentros en el grupo aragonés de Tercera División. Además, solo Frías posee la escarapela FIFA en todo el panorama autonómico. De hecho, fue designada para dirigir el encuentro entre el Avaldsnes noruego y el actual campeón de Europa, el Olympique de Lyon, en la ida de los dieciseisavos de final de la UEFA Women’s Champions League. Cebollada ejerció como cuarto árbitro.

Ninguna de ellas nació en Aragón, pero se consideran aragonesas por los cuatro costados. Frías, que este mes cumplirá 38 años, lleva media vida en la comunidad y ha arbitrado más de 2.000 partidos en 17 temporadas desde el fútbol base hasta campeonatos de Europa, además de finales de la Copa de la Reina. «Miras hacia atrás y te das cuenta de que ha sido muy duro. Cuando empiezas en campos de tierra, con muchos partidos cada fin de semana y la repercusión que todo eso tiene en tu vida social, te das cuenta de que esto es más duro de lo que la gente piensa, pero no me arrepiento de nada», dice tajante. Ejercer el arbitraje implica aprender a convivir con el error a pesar de que, por el camino, se derraman «muchas lágrimas», admite Marta, que adora la palabra referencia. «Así nos sentimos, sí. Es una gran palabra que es muy importante en el deporte y en cualquier otro ámbito de la vida. Paola y yo somos las únicas árbitras de Aragón en categoría nacional y esperamos que dentro de un tiempo haya muchas más siguiendo nuestros pasos. Claro que nos sentimos referentes. Y estamos orgullosas de ello».

A su lado, Paola asiente. Nacida en Alicante, a sus 23 años es una de las árbitras más prometedoras del panorama nacional. Acumula siete temporadas dirigiendo encuentros en todas las categorías en Aragón y ha debutado esta campaña dirigiendo partidos en Tercera. «Hice el curso y, cuando empecé a arbitrar, cada vez me gustaba más. Me atrajo desde el principio. El arbitraje forma parte de ti», afirma.

También ella se muestra convencida de que no tardarán en tener compañía en lo más alto del arbitraje femenino aragonés. «Hay muchas chicas que están trabajando fuerte por detrás y que, si siguen así, podrán llegar cada vez más lejos». La senda está marcada. Abrieron camino Marta y su generación hace unos años «cuando no se entendía ni era habitual ver chicas en el terreno de juego», recuerda Frías, pero las cosas han cambiado. A mejor. A mucho mejor. «Ahora ellas lo tienen más fácil y se ha convertido en algo normalizado y habitual. Cada día cuesta menos dar ese paso y eso es algo muy positivo para el arbitraje femenino», subraya la veterana.

En la actualidad, Aragón cuenta con 22 árbitras, una cantidad que, a buen seguro, crecerá en los próximos años. «Está bien, pero siempre queremos más», apunta Marta, que impartió, hace dos años, un curso de captación que contó con una gran respuesta. A ello contribuirán los mayores apoyos con los que cuenta el colectivo. La publicidad, los medios o los comités ejercen un respaldo del que no hace mucho se carecía. La árbitra ya no es algo extraordinario. «Ya no hay lo que había antes. Yo no escucho ya aquello de ‘vete a fregar’ u otros insultos machistas hacia la mujer y se está evolucionando mucho en ese sentido, aunque siempre hay alguna minoría. Pero es algo bastante erradicado», dice Marta. El problema sigue siendo «de base», una cuestión educacional. «El respeto fuera del campo, a nivel de padres, es lo peor a lo que nos enfrentamos el colectivo arbitral», insiste la internacional. «Hemos mejorado en ese sentido. Sigue habiendo quien increpa pero desde un enfoque más generalizado, como lo hacen a nuestros compañeros», añade Paola.

LA GRAN VOCACIÓN

Pero el veneno del arbitraje puede con todo. «Si no fuera vocacional, no aguantas ni una temporada. Te tiene que gustar mucho esto para salir al campo cada fin de semana y soportar la presión y a la gente», asevera Paola. «¿Una temporada? Ni quince días», replica Marta, que concibe el arbitraje como «una droga que te da dinero, te ayuda a relacionarte y a tener un grupo de amigos. Todo lo que te rodea te hace querer seguir».

La creciente fortaleza de la Liga Iberdrola contribuye decisivamente a potenciar el arbitraje femenino. «Dentro de no mucho será una de las Ligas más fuertes del mundo», dicen ambas. Pero, mientras tanto, se agolpan las tareas pendientes y los sueños. Entre las primeras figura, por ejemplo, conseguir el reconocimiento de la DGA como deportistas de alto rendimiento. «No estamos considerados ni siquiera como deportistas, algo que sí sucede en otras comunidades. Entrenamos cuatro días a la semana, viajamos mucho, no dejamos de estudiar inglés y faltamos al trabajo muchas horas al año si eres internacional, pero eso no basta para ser reconocidos, a pesar de tanto trabajo y sacrificio. Dicen que está en tramitación, pero espero que yo pueda verlo», lamenta Marta, que sueña con estar presente en unos Juegos Olímpicos o un Mundial.

Paola, por su parte, admite que su gran aspiración es llegar a ser internacional. «Trabajo para ello y espero poder lograrlo algún día. Este año el objetivo es mantenerme y estar en la Liga Iberdrola», indica. «Quiero ayudar en lo que pueda a Paola a cumplir sus metas y a dar el paso al fútbol profesional masculino. Contribuir a su crecimiento y al de las demás compañeras. Yo, por mi edad, ya no puedo ascender», dice Marta.