Las primeras patadas de Marcos Senna a un balón fueron descalzo. Sin zapatos. Se crió en la zona humilde de Sao Paulo, con pocos recursos económicos y con un balón como vía de escape. «Fue una infancia muy bonita», asevera el centrocampista nacionalizado español. Su vida cambió cuando el Villarreal se cruzó en su camino, en un día soleado cuando el Corinthians jugaba la semifinal de la Copa Libertadores.

El vicepresidente groguet se desplazó con la intención de ver a Somalia, un delantero del que tenían buenos informes. Sin embargo, un joven de piel tostada y de sonrisa carismática enamoró por completo al directivo de la institución amarilla. «Me dijo que si quería jugar en su equipo y no lo dudé, aunque por aquel entonces no sabía ni dónde estaba ubicado Villarreal en el mapa», explica Senna.

Sus habilidades de futbolista brasileño se adaptaron con una prodigiosa rapidez a los parámetros del balompié español. No fue como el clásico centrocampista sudamericano que intenta imponer su ritmo de juego acelerado. Marcos Senna adaptó su chip desde el primer instante y se consolidó como un referente nacional. Aunque tuvo que superar una pequeña maldición: «Cuando llegué a Villarreal, Llaneza me dijo que el dorsal ‘19’ estaba maldito. Había habido jugadores como Guayre que llevaron este número y se lesionaron de gravedad. Yo no hice caso y me lo puse... Y me rompí dos veces el cruzado».

TRAS COLGAR LAS BOTAS

Su retirada no fue en las inmediaciones de El Madrigal, donde sintió durante once temporadas. Lo hizo con el New York Cosmos. Se despidió del fútbol junto a Raúl González, dos leyendas que han pasado a ocupar puestos de trabajo dedicados a la cara más social del fútbol. En el caso de Marcos Senna es especial, es el director de relaciones institucionales del Villarreal, un cargo acorde a su estatus de leyenda groguet y de campeón de Europa con la selección española en el 2008.

Las nuevas generaciones vivieron su primer gran éxito con España de la mano de Marcos Senna y la coronación del campeonato europeo, algo que quedó reflejado ayer en Zaragoza en las inmediaciones de las instalaciones del CD Oliver. Muchos niños trataban de organizarse para conseguir una foto con el astro carioca, un furor que se desbordó cuando corrió el rumor de que Rubén Gracia Cani estaba también en el recinto. Ambos fueron compañeros en el Villarreal, casi hermanos. «Rubén era un fuera de serie, había pocos con su calidad. Mereció haber jugado con España», asevera Marcos Senna.

Su presencia en la capital de Aragón se debía a la renovación del convenio que el Villarreal tiene con el CD Oliver por dos años más. Ya son cuatro temporadas en las que el club zaragozano ha formado parte del vasto imperio que tiene la institución castellonense en cuanto a fútbol base. Los jóvenes talentos representan su ideario de club, ya que la cantera es una de las principales fuentes de apoyo para la proliferación de ese modelo deportivo que tanto éxito ha brindado a un equipo que, históricamente, había deambulado sin notoriedad dentro del fútbol español.

«Villarreal es una población pequeña, pero todos funcionan como una familia: desde el presidente hasta el que te abre la puerta cuando vas a entrenar. La cantera es algo que se trabaja con dedicación, buscamos jóvenes con talento e ilusión y les hacemos partícipes de nuestra filosofía», explica Marcos Senna sobre su estructura deportiva. Un planteamiento sobre la cantera que está vinculado al fútbol aragonés.

El CD Oliver siempre ha sido una mina de jóvenes promesas. Sus dos últimos productos están en Primera División: Jesús Vallejo en el Real Madrid y Víctor Laguardia en el Alavés. Es por eso que el Villarreal busca tener influencia en uno de los equipos de fútbol base que más diamantes en bruto saca en la interminable mina que es el balompié aragonés.

En otros tiempos por el Villarreal ya pasaron aragoneses como Jesús Seba, Juan Carlos Justes, Sánchez Broto, César Láinez o Rubén Gracia Cani. Los nuevos valores aragoneses en vestir de amarillo son Diego Lázaro Fuoli, cancerbero procedente del Stadium Casablanca; Manuel Morlanes, criado en el CD Oliver y madurado en el Real Zaragoza; y Aarón Pedrero, el primer producto en pasar del club zaragozano al Villarreal. El fuerte lazo que une a la cantera amarilla con fútbol base del barrio Oliver.