Habría que contratar los servicios de Phillip Marlowe, el eficiente detective de Raymond Chandler, para desenredar la trama de un encuentro extraño, un partido que pareció ser del Real Zaragoza casi siempre y que se le escapó por la gatera de la inocencia, de la ausencia de picardía para dejar cerrada su permanencia sin mirar más allá de los tres puntos asegurados del desaparecido Reus. Muchas cosas fueron verdad y otras lo parecieron, o se desvanecieron. Ese planteamiento de cinco defensas resultó una bendición y una maldición, una apuesta táctica que hizo del equipo un bloque duro y flexible; contundente e imaginativo; letal hasta que se bebió su propio veneno. Un dibujo perfecto que se desfiguró en las momentos clave. Falló Guitián en la salida y en la continuación Machis esquivó a Verdasca como si fuera un poste de la luz para batir a Cristian; Guitián cometió una falta al borde del área y Cervera sacó a Aketxe para que marcara de falta directa, la especialidad del vasco; estiró la pierna Álex Muñoz en el minuto 90 para cometer un penalti sobre Manu Vallejo (un caso también para Marlowe). Del 0-2 al 1-2 sobre la bocina de la primera mitad. Del 1-3 al iniciarse la segunda parte al 3-3 definitivo. Si alguien asesinó al Cádiz, ese fue el Real Zaragoza, que lo resucitó con el agua bendita de su candidez innata.

La complejidad de lo sucedido en el Ramón de Carranza solo puede ser resuelta por un especialista de la intriga. Pocas veces, quizás jamás durante toda la temporada, había jugado tan bien el Real Zaragoza. Disciplinado y pulcro como un cadete de West Point, con el vigor y la resolución de un marine que desembarca seguro en la playa de la victoria. Escalonado, con ayudas defensivas (dos o tres) de todo el mundo y un Igbekeme desatado, borró del mapa al Cádiz, al que anuló en el juego exterior e interior, estrangulándolo sin compasión. En ese espectáculo militar, Pep Biel hizo lo que no pudo Álvaro Vázquez un poco antes, dos tantos de delantero centro desde su posición de asaltador de pasillos libres. En ambas ocasiones burló a Cifuentes como si fuera un monigote, con gélida templanza, sin despeinar uno solo de sus nervios. Magnífico para concretar dos asistencias brillantes de Igbekeme y Nieto.

El encuentro estaba decidido con los andaluces a la deriva, pero en el primer fallo de la noche, el Real Zaragoza le mostró su talón de Aquiles al gris Cádiz. Otra vez Igbekeme y otra vez Nieto, los escuderos de Biel, se asociaron al regresar del descanso para que el lateral anotara de cabeza a pase del nigeriano. Ya no había duda, el choque estaba resuelto de nuevo. Nada más lejos de la realidad, o de la ficción... El equipo de Cervera continuó enredado en un fútbol tan entusiasta como primitivo, en busca de la habilidad de Machis o los centímetros primero de Lekic y después de Rennella como exclusivos argumentos ofensivos. Acelerado, impreciso y sobreexcitado, el Cádiz se abandonó al atropello, saltándose pasos de cebra y semáforos en rojo sin mirar con tal de llegar lo antes posible a Cristian. Pero fue Aketxe, el Messi de la Bahía, quien acortó distancias desde el academicismo con un espectacular lanzamiento de falta directa.

Víctor Fernández movió el ajedrez. Cambió peón por alfil al incluir a Ros en lugar de un Pombo muy mejorado y desplazó a Igbekeme a la izquierda, lo que siempre rebaja las prestaciones del nigeriano. De inmediato puso a Soro en el campo para recuperar balón y sentó a Pep Biel. Ni bien ni mal los relevos, sino todo lo contrario. El triunfo no parecía peligrar pese a todo, con un rival fogoso avivado por la caldera de su afición. La alta temperatura sí afectó a Álex Muñoz, que no vio llegar a Manu Vallejo, más listo en la anticipación y también en el arte teatral. Penalti y punto final. ¿Qué ocurrió en el Carranza? Phillip Marlowe tiene trabajo para explicar el porqué un notable Real Zaragoza no ganó a un vulgar Cádiz. Quizás sea porque en el equipo aragonés haya demasiados culpables de inocencia. Un solo delantero y dos dianas de un centrocampista y otra de un lateral. Cinco defensas y tres goles en contra. Mata al Cádiz y se dispara en el pecho con la misma pistola. Demasiada sangre sobre la alfombra.