—Fue cesado el 21 de octubre y se marchó en silencio. Ahora, una vez acabado el curso, ¿con qué sabor se fue?

—Con el de una experiencia muy intensa y con un final abrupto. Zaragoza tuvo una parte bonita y otra muy dolorosa, porque así fue el final. Todavía la huella y la herida están ahí, poco a poco va cicatrizando todo, pero mentiría si dijera que no fue duro.

—Había dirigido en Segunda B y en Chipre. ¿Se sentía preparado para entrenar al Zaragoza?

—Por supuesto. De hecho, el dolor más grande es la frustración por no haberme podido equivocar un poco más. Los entrenadores debemos hacer mucho para poder tener éxito, cometiendo errores, y esta es la primera vez que me cortan tan pronto, que me dan tan poco tiempo. Es que no pude casi ni empezar, en diez jornadas un entrenador no puede desarrollar casi nada.

—Hubo muchas lesiones en pretemporada. ¿Se les fue la mano en la preparación entonces?

—He seguido la actualidad del Zaragoza y es habitual en el fútbol ser tan ventajista de echarle la culpa al anterior o a los que empezaron. Es como si yo dijera que el equipo ya venía lastrado de la temporada anterior y no me faltaría razón porque empezamos con varios lesionados importantes. En nuestra responsabilidad están las de Papu o Zapa, que fueron al principio. En las lesiones hay muchos factores y yo asumo la responsabilidad que me concierne hasta la jornada que me echaron. A partir de ahí, había tiempo suficiente para, si tan mal lo habíamos hecho, haberle dado la vuelta. Y creo que las cosas no cambiaron mucho después en las lesiones.

—¿Se marchó decepcionado con alguien en particular?

—Hubo decepciones profesionales y personales. Cuando se va a un sitio como el Zaragoza con la ilusión que fuimos, lo das todo esos meses, y aquel que te ha prometido que va a tener paciencia, que el año pasado ya la tuvo y que esgrime eso como un argumento para convencerte pero en la jornada 10 te corta la cabeza pues es una decepción. De todo se aprende en la vida.

—¿Le decepcionó Lalo?

—Por supuesto que me decepcionó. Por muchas cosas, que no es el momento de contar, pero sí digo que es una de las grandes decepciones de mi vida, por equivocarme con él al pensar que allí había otro tipo de persona.

—¿Hasta qué punto fue el rombo una imposición?

—La palabra no es imposición pero sí que había un intento de influenciar. De si algo me arrepiento es de que, una vez que conocía dónde estaba, no haber sido más tajante en mis decisiones, no haber sido más yo. Tengo mucha autocrítica y no estoy nada contento de mi labor allí, intenté trabajar en equipo y me equivoqué de compañeros de viaje.

—¿En qué se equivocó?

—Tenía que haber impuesto mis criterios por encima de los de otros. Y no solo en el rombo. Hablar solo del rombo es hasta un poco inculto. No es más que un dibujo, un punto de partida, lo importante es cómo desarrolles ese sistema. Lo que uno no espera es que quien te contrata no valore otras cosas que trabajas durante la semana, el desarrollo de los sistemas, los porqués o los conceptos. Juegas contra Las Palmas, modificas el dibujo y está muy bien, pero si un día haces otra cosa y no sale, pues ya no está bien. Fue una experiencia bastante heavy, nunca me había pasado y también fue una enseñanza muy grande para mí porque estoy seguro de que no me volverá a pasar. En Zaragoza siento que no fui yo al 100%.

—¿Hubo un intervencionismo de la dirección deportiva?

—Sí, se venía de un año muy bueno y el Zaragoza tiene el poder que tiene en cuanto al entorno. En el fútbol la prepotencia es una mala compañera de viaje. En todo caso, me quedo más con la autocrítica hacia mí mismo que en la crítica a los demás. De lo que más me arrepiento no es de lo que hicieron los demás sino de lo que no hice yo, sin duda.

—¿Cuál fue su porcentaje de responsabilidad en ese fracaso?

—Mucha, sin duda. Hubo un momento en que tuve claro con quién iba de la mano y tenía que habérmela jugado con mis ideas y no fui capaz de imponerme, de liberarme, de soltarme de la mano y apostar por lo que yo creía. Cuando lo hice fue tarde y encima con la tremenda mala suerte de que en el minuto 96 nos metió aquel gol el Tenerife.

—Fue su último partido, el abrazo de Javi Ros en el gol, el apoyo del vestuario...

—Esa fue una de las cosas más bonitas que me han pasado. Esa semana fue muy dura, porque de Soria salimos muy tocados y allí yo estuve horrible. Ha sido mi peor semana como entrenador, todo lo que hice, lo hice mal. La tensión era evidente y contra el Tenerife todo el mundo sabía lo que estaba en juego.

—¿Le habían dicho que se la jugaba ese día?

—Hay cosas que no hace falta que te digan, que las sabes y las sientes. Y, como yo, las sentía el vestuario. Solo puedo estar orgulloso de cómo aquel día defendió el equipo la camiseta del Zaragoza y de alguna manera también a nosotros. Fue una pena aquel gol, pero el destino se escribe así.

—Tras usted llegó Alcaraz y el Zaragoza salió a flote con Víctor, que rondó cifras casi de ‘playoff’. ¿Había equipo para más?

—Claro que lo había, pero haciendo bien las cosas y, entendiendo lo difícil que es el Zaragoza, el planteamiento estaba mal hecho. Cuando vendes el ascenso directo porque has quedado tercero y te olvidas de cómo fue el camino, que has perdido a Borja Iglesias, que era medio sistema ofensivo, a un defensa de la experiencia de Mikel González o que hay lesiones en pretemporada, y pretendes vender la moto de que el Zaragoza porque sí va a ascender casi con la gorra pues la presión a la que sometes a un equipo cuyo presupuesto es el decimotercero es bestial.

—El equipo se le cae tras aquel 0-4 en Oviedo.

—Parecía que íbamos a ser la reencarnación del Dream Team y, cuando vinieron mal dadas, era totalmente lo contrario. Pero es que hay que entender lo que es esta Segunda, una temporada larga, la paciencia, un proyecto nuevo, que se acertó con algunos fichajes y no con otros, que había un entrenador nuevo que había que darle tiempo para equivocarse y para conocer su equipo y el sitio... Muchas cosas que hay que tener en cuenta. Cuando jugamos con Osasuna solo tenían un punto más que nosotros. Los equipos van adelante o no por muchas razones pero una principal es el proyecto. Cuando echas a un entrenador en la jornada 10, traes a otro con un idea muy distinta y acabas recurriendo al técnico más histórico del club para salvar la categoría es porque las cosas no se han hecho bien.

—¿Qué le parece el papel de Víctor Fernández?

—Fue y es un gran acierto. Me alegró mucho su renovación y ojalá esté muchos años allí porque es el técnico idóneo. Y va a tener tranquilidad y paz a su alrededor para trabajar. Al final, los entrenadores y los directores deportivos no somos tan importantes, lo son los jugadores y, si les ponemos el entorno y las condiciones adecuadas, las cosas acaban por funcionar. El Zaragoza tiene algo que no tiene nadie en Segunda con una afición espectacular, con más de 27.000 socios.

—Muchos opinan que un club con tanto poso histórico y social hace que la camiseta pese más.

—La presión bien manejada y dirigida, y también la ilusión, nunca pueden ser malas. El problema es si planteas mal las cosas. No puedes vender ascenso directo, tienes que decir que el camino va a ser largo, que has perdido a tu delantero estrella, que vas a hacer una apuesta por un chico colombiano y por otro del Sevilla Atlético que viene de hacer un gol… Son un montón de cosas que debes explicar y que la gente entienda que ese proyecto, si sale adelante, es con paciencia y yendo de menos a más, que además es lo natural, porque todo equipo necesita un tiempo. Y entender que siendo el presupuesto decimotercero para ascender te tiene que ir todo muy bien. Todo eso el año anterior se vivió y en este no, seguramente porque los que estuvimos dentro no supimos plantear la mejor manera para canalizar esa energía.

—¿Estuvo de acuerdo con los fichajes que se hicieron?

—Hay éxitos evidentes y fracasos sonados. Para mí fue una gran decepción la salida de Mikel, que se fue por una situación particular que yo desconocía, y había un tema claro que era el delantero, se nos iba uno de un nivel estratosférico que era muy difícil de sustituir. Hicimos todo el verano con Jeison (Medina) y Marc (Gual) acabó viniendo la última semana de pretemporada y Álvaro con la Liga empezada. Yo cometí muchos errores, pero otros también.

—Víctor pidió más poder de decisión en la parcela deportiva ¿Quién debe fichar, el director general o el entrenador?

—Lo ideal es ir de la mano. En el Zaragoza ahora lo mejor es que Víctor tenga mucha influencia para decidir porque, si va a ser quien lo haga, tiene una experiencia enorme, una idea de juego clara y sabe el tipo de equipo que desea. Sería fundamental que el entrenador tuviera un peso importante en todo. Y yo no soy Víctor Fernández, sabía a dónde iba, era un entrenador que, entre comillas, no había empatado con nadie y eso lo pagué. Víctor debería ser la piedra angular del proyecto en cuanto a tomar decisiones y confiar plenamente en él.

—¿Llegó a temer por el descenso en las últimas jornadas?

—Siempre tienes las duda de cómo está el vestuario y no es lo misma la presión para estar arriba que la de no bajar. Mi duda era si el miedo se iba a apoderar del equipo. Jugaba bien muchos partidos y con nosotros también lo hizo. Tenía otro tipo de problemas que tienen más que ver con las áreas que con el desarrollo del juego entre ellas. Y la idea de Víctor y la nuestra eran parecidas, en el intentar dominar a través de la pelota. El equipo estaba hecho para eso, pero nunca ha tenido ni la regularidad ni la contundencia en las áreas para poder resolver bien ahí. Y eso es de largo lo más importante en el fútbol.

—¿Con qué se ha quedado de esta experiencia?

—Con el conocer todo lo que implica el zaragocismo. Esa afición se merece un equipo de Primera. Y se me quedó la frustración de no haberlo disfrutado más tiempo. Lo que quiero es que el Zaragoza vuelva cuanto antes a la élite, ojalá sea ya esta próxima temporada, su gente lo merece.

—Le ha ido bien en su regreso a Chipre, al AEK Larnaca...

—Tras salir del Zaragoza pasé unos meses malos y, cuando me llamó el AEK, no lo dudé, allí me tratan de maravilla. Cuando llegué el equipo estaba en problemas, acabamos segundos y con alguna opción de disputar la Liga. Acabo de renovar, porque valoro estar en los sitios que me quieren y pudiendo decidir y ser parte de los proyectos. Del Zaragoza salí con un montón de enseñanzas y una es que, si vuelvo a LaLiga, lo haré donde me dejen desarrollar mis ideas. He aprendido que por estar en un sitio que te parece espectacular pagas un precio que no merece la pena.