Tras el cierre de una de las peores temporadas de la última década, tras comprobar que, en efecto, el virtuoso Barça ha pasado del triplete al doblete y, al final, a solo la Copa del Rey tras vivir con sorpresa y desconocimiento absoluto la huida y traición del valioso jugador brasileño («Neymar se queda al 200x100», llegó a decir Jordi Mestre, el vicepresidente deportivo) y tras comprobar que Robert Fernández no posee, ni mucho menos, el carisma y la organización que dirigía Andoni Zubizarreta a la hora de fichar, vender y remodelar la plantilla, se produce lo que, irónicamente, algunos han titulado como el motín de Instagram, las fotos en las que Messi y Piqué, el más catalán y líder nunca votado por sus compañeros como capitán, se mofan del club y de su presidente, que acaba de demandar a Ney.

Justo en el momento en que se le reclama a Bartomeu un gesto de autoridad, los jugadores parecen haberse hecho con el control de la entidad. A su manera, claro, que no es otra que la mediática, mientras el club vive un periodo de incertidumbre total, con decenas de millones de euros en su caja fuerte y sin saber cómo invertirlos. Conociendo como conocen a sus estrellas, la directiva ha restado importancia al motín de Instagram en casa de Neymar. «No vamos a mentir, no nos han gustado. Son imágenes inoportunas en un momento delicado. Solo eso. Nadie en el club le ve mala intención a esas fotos ni nada premeditado», señaló a este diario una fuente autorizada, sabedor de la imagen de desunión que transmite la entidad en estos momentos.

Ya con más ironía, otro alto cargo dijo: «Viven en su realidad. Nada más. Estoy convencido de que no tenían ni idea de lo que ocurría. El vestuario no deja de ser un colegio. A menudo los jugadores no piensan en el sentir del socio ni cómo sus gracias pueden afectar a los aficionados». Eso sí, la directiva, con Bartomeu aislado, reconoce que falta un mediador con el vestuario.