Los días pasan y la pelota, que tiempo atrás solo corría por el césped de La Romareda en los pies de los futbolistas, continúa en el tejado de Hacienda. Sin el visto bueno de la Agencia Tributaria a un nuevo calendario de pagos, la SAD no tiene futuro y está condenada. La situación es realmente embarazosa para Hacienda, en la puerta de cuya delegación en Aragón dejó Agapito Iglesias un muerto con muy mal olor. Así, con una frialdad siempre calculada, traspasó la responsabilidad de la supervivencia del club a quien ninguna culpa tiene en su dramática posición actual.

Hacienda se enfrenta a un dilema tremendo: volver a tener manga ancha con la SAD a pesar de los seis incumplimientos previos y, por lo tanto, insuflarle oxígeno, o no transigir más y exigir lo que debe con el riesgo de impopularidad consiguiente de la decisión si el club acaba en Segunda B. Un papelón.