Había subido a la Gallina un montón de veces. Como buen ‘andorrano’, el país donde se estableció el invierno pasado, conocía todos los montes de la etapa reina de la Vuelta como si fuesen las carreteras que rodean su Artá natal, en Mallorca. Y, por si fuera poco, Enric Mas había visto estos últimos días repetidas, una, dos, tres y las ocasiones que hiciera falta, las imágenes de la victoria de Alejandro Valverde en el 2012, la primera vez que se subió esta cima. Sabía dónde, cómo y de qué manera tenía que atacar a quien pudiera aguantarle en la subida, en este caso ‘Superman’ López, para conseguir algo más que un triunfo, una victoria cargada de un futuro maravilloso, en una Vuelta donde, hoy en Madrid, acompañará a Simon Yates en la segunda plaza del podio.

El viernes, en la Rabassa, perdió la tercera plaza del cajón madrileño. Allí pecó de conservador. Podía haberse ido con Steven Kruijswijk. Esperó demasiado. Ya era tarde. Pero se acostó en su hotel de Andorra tranquilo, poniendo el vídeo de Youtube con el triunfo de Valverde, que entró en crisis, que perdió el podio, en una Vuelta donde ha quedado en entredicho la táctica y las decisiones que su equipo, el Movistar, ha tomado en carrera.

Sin embargo, él sabía que la etapa, su etapa, era la que acababa en la Gallina, la que recorrió buena parte de las cimas andorranas, una jornada de montaña rusa, con las pistolas cargadas desde el kilómetro cero. Él, como cada día, corrió sin equipo, porque el Quick Step está más preparado para las clásicas y para los esprints que para las rondas por etapas. Pero sabía que, pese a sus 23 años, debía ser un perro viejo. El que no se inquietó cuando en Beixalis, el Astana comenzó a preparar el ataque de ‘Superman’. Él a rueda, que quedaban 38 kilómetros para meta. Él paciente porque sabía que sus piernas estaban preparadas para triunfar.

EL TREN AVE DE LA GLORIA

Y vio su instante. Se subió al tren, al AVE que le conducía hacia la estación de la fama. Había vuelto a demarrar de nuevo a ‘Superman’. Quedaban 20 kilómetros y Yates ya no esperó más, un buen ataque era la mejor defensa. Ahora o nunca. Mas se fue con Yates. Mas capturó a ‘Superman’ y Mas, con el también sensacional escalador colombiano (tercero del Giro y tercero de la Vuelta y el año que viene como él al Tour), se fueron hacia la gloria; tan fuertes, que ni Yates podía seguirlos.

Juntos, pero sin fiarse del uno al otro, fueron Mas y ‘Superman’. Yates, distanciado, los marcaba desde lejos. «Las piernas ni las sentía», pero la cabeza le dictaba al corredor británico que no se pasase ni un punto, que regulase, que daba igual el triunfo de etapa, que hoy se proclamará ganador de la Vuelta; tres grandes rondas por etapas y tres británicos en lo más alto. Lo nunca visto: Chris Froome (Giro), Geraint Thomas (Tour) y Yates, la Vuelta.

Por detrás se producía el drama. Valverde decía basta, una crisis bestial. Qué lejos de la alegría con la que subió en el 2012. Hasta la quinta plaza de la general bajó y con la preocupación de saber cómo llegará al Mundial de Innsbruck. El Movistar nunca tuvo clara su jefatura y él, poco a poco, se quemó haciendo a la vez de hombre libre que se reivindicaba ante Nairo Quintana, el supuesto líder, y sin necesidad de ello; gregario en sus ratos libres y, por fin, con los galones que debió llevar desde el inicio. Y si así hubiese sido, esta Vuelta habría tenido otra lectura para el Movistar. Mas, a lo suyo. A vigilar a ‘Superman’. «No me lo creo, sé que he hecho algo bonito pero soy Enric Mas. No soy Contador», dijo.