Miranda de Ebro pone el epílogo para el Real Zaragoza a un año 2014 convulso y en el que el club bordeó el abismo de la desaparición en el final de la terrible etapa de Agapito Iglesias. El Zaragoza sobrevivió a este año y ahora trata de hacerlo a los múltiples problemas heredados de la gestión nefasta del soriano, sobre todo a una crisis que tiene en la deuda con Hacienda un problema sin resolver y de urgente solución. En ese panorama, el Zaragoza de Ranko Popovic finaliza el año ante el Mirandés, en el último choque antes de llegar a la Navidad, época de buenos deseos y de esperanzas, ambas cosas necesarias en el equipo y en el club.

El epílogo, en todo caso, es de victoria casi ineludible, obligada, en un campo, Anduva, donde el Zaragoza ha jugado en dos ocasiones, una en Liga y otra en Copa, y ha ganado en ambas. Se diría que la cita es vital por varios motivos. El primero, para acabar el año en zona de promoción de ascenso, lugar que el equipo ocupa ahora, y no alejarse más de los puestos con billete directo a Primera División. Después, por continuar la buena dinámica de resultados que ha traído Popovic y tratar de seguir mejorando en varias facetas, sobre todo la defensiva, con los buenos marcadores de colchón. Y, por último, por las dos citas que vienen en el estreno del 2015, ante Valladolid y Las Palmas, dos de los mejores equipos de Segunda y rivales directos por subir, partidos que conviene afrontar sin urgencias ni presiones por un mal resultado.

El Zaragoza de Popovic ha mantenido, y hasta quizá ha mejorado, la pegada que exhibía con Víctor Muñoz. Tiene ahora algo más de fútbol combinativo, trata de asociarse mejor y no apela tanto al juego directo. Esa es la idea, la propuesta. Otra cosa es que lo consiga de manera real o al menos durante un tiempo prolongado de sus partidos. Y, en todo caso, lo que no ha mejorado con la llegada del serbio es la fragilidad que ya tenía el equipo con el anterior entrenador. Diez partidos consecutivos lleva encajando el Zaragoza, una pésima estadística en la que las bajas de Mario, Vallejo y Rubén suponen una justificación. Pero ni de largo la única. El Zaragoza, y Popovic lo sabe, tiene que defender mejor y encajar menos goles si quiere de verdad pensar en retornar a la élite. Es un problema de solución necesaria, porque no siempre le salvará un arsenal en ataque que encabezan los 11 goles de Borja, pero en el que también se incluyen Eldin, Jaime Romero, Pedro...

También Willian José ha aportado en esa faceta con sus dos dianas, pero esta semana ha provocado un problema innecesario al decir que no quiere jugar más en banda. Tras hacerlo bastante mal en ese puesto en Albacete probablemente a Popovic ya se le quitaron las ganas de repetir esa decisión, pero el brasileño se equivocó con sus palabras. Popovic, en todo caso, zanjó la cuestión lanzándole un aviso para que no vuelva por esa senda.

UN RIVAL AL ALZA El Mirandés que dirige Carlos Terrazas estaba en Segunda B en verano y el descenso administrativo del Murcia le devolvió a la categoría de plata. Con solo 4 millones de presupuesto y 17 fichajes en verano, además de la provisionalidad de no saber hasta casi mediados de agosto en qué categoría iba a estar, la situación del equipo burgalés, a tres puntos de la zona de promoción que ocupa el Zaragoza, es para elogiar hasta el infinito el trabajo de su entrenador y de la plantilla. Lleva cuatro victorias seguidas, seis partidos sin perder, solo un gol encajado por Razak, su peculiar portero, en los últimos seis encuentros, es el tercer equipo que menos dianas ha encajado en su campo, donde ha logrado trece de los últimos quince puntos... El Mirandés, qué duda cabe, está al alza y en forma, con un fútbol mucho más práctico que estético. Será seguro un enemigo muy superior a lo que dice su nombre, pero el triunfo en Anduva es obligado para el Zaragoza.