"Es una persona tan modesta, tanto, que el otro día, en EEUU, fuimos a una fiesta de Red Bull y, cuando ya llegábamos, nos hizo volver al hotel a buscar su acreditación porque decía que, sin ella, no le dejarían entrar", cuenta Carlos Liñán, su jefe de mecánicos. Y alguien gritó: "Joder, Marc, que la fiesta se hace por ti, que es tu patrocinador, ¡cómo no te van a dejar entrar!" Y volvieron al hotel "porque si han dicho que hay que llevar la acreditación, hay que llevarla".

Marc Márquez vive en una doble familia. La de Cervera y la del circuito, a la que ha logrado volver a juntar en su segundo año en MotoGP después de que Honda exigiese que se quedase con los técnicos y mecánicos de Casey Stoner. "Yo trabajaba con Stoner --dice, repleto de tatuajes, el bueno de Andrea Brunetti, al que todos llaman Mondo-- y cuando me dijeron que venían Hugo Bucher, Javi Ortiz, Jordi Castellá y Héctor Martín, pensé que no tenía sentido. Tardé 10 días, solo 10 días, en darme cuenta de mi lamentable error: son maravillosos, son amigos de verdad, se dejan el corazón por Marc y este es el secreto del éxito de Marc: ama a los suyos".