El Real Zaragoza sumó su sexto empate, el tercero consecutivo en Liga, en su peor partido de la temporada, contra una Cultural muy digna y jugona que ha cambiado el chip: de tirarse a la piscina en el arranque del curso hubiera agua o no, ahora nada y guardada la ropa. Hasta se la plancha a sus adversarios, como ocurrió frente a un conjunto aragonés incapaz de encontrar una sola arruga en el disciplinado sistema táctico de su enemigo. No termina de romper el equipo de Natxo González, que asomó por el cascarón tras su triunfo ante el Numancia y una igualada muy trabajada contra Osasuna, ambos líderes cuando se presentaron en La Romarada. Parecía preparado para todo, para volar por fin si conseguía mejorar su trabajo defensivo. No le marcó la Cultural y apenas le inquietó en un par de ocasiones, pero lo grave es que el Real Zaragoza apenas tiró dos petardos en el área leonesa, muy al final, con Vinícius y Papunashvili amontonándose junto a un Borja Iglesias desafortunado en casi todas sus decisiones y ansioso como nunca. La apuesta del técnico por acumular gente arriba en el tramo final enturbió aún más las ideas de un bloque plano, pesado y ciego en la construcción.

Oliver Buff no cuaja en la mediapunta y Natxo González le dio cancha a Guti, jugador de gran proyección pero no en el lugar de enganche sino partiendo desde más atrás, de cara a lo que acontece. La fusión de Eguaras, Zapater, Guti y un Febas desenchufado por completo produjo un grave cortocircuito de ideas. Sin tejido creativo enfrente, la Cultural se movió a sus anchas con Mario, Yeray y un descarado Isaac haciendo de la pelota su juguete: poca proyección y producción ofensiva pero un enorme criterio para triangular conn Emi y Rodri, sin un solo gorrazo por muy alta que fuera la presión. Además, Rubén de la Barrera se encargó en su particular duelo ajedrecístico con González de anularle a su colega los dos alfiles exteriores, Delmás y Oyarzún, incomodísimos para avanzar un metro más allá de la medular. El Real Zaragoza entró en el partido sin luz y salió de él a oscuras. Por ese camino sin alumbrado que eligió fue una sombra obtusa sin soluciones atacantes.

El Real Zaragoza trazó una constante línea de pase horizontal que adivinó casi siempre la Cultural, intachable en la contención estática y muy flexible y solidario en las ayudas. Jamás dio la impresión de poder ganar el encuentro, instalado en el atasco, con Toquero tan hiperactivo como atropellado con la pelota en los pies. Zapater intentó poner calma... Tampoco. Como el día del Alcorcón, cuando le plantean un pulso de estas características aunque bastante menos agresivo, el conjunto aragonés se vulgariza en el campo y en el banquillo, sin argumentos para fabricarse espacios, achatadas todas sus individualidades. En La Romareda le han cogido la medida a un equipo que pierde toda su belleza cuando le cortan las alas. En la tierra es uno más. Natxo González tiene un ángel en un categoría infernal. Así que, por ahora, continúa en el limbo de los empates.