Con el estómago revuelto, su rentable imagen de deporte para consumo familiar en peligro y una investigación policial en marcha, la NBA promovió ayer un castigo que promete ser polémico a tres jugadores de los Indiana Pacers y uno de los Detroit Pistons que el viernes protagonizaron en el Palace de Auburn Hills un altercado con el público que el comisionado de la NBA, David Stern, calificó en un comunicado como "repulsivo e inexplicable".

Según adelantó una televisión de Detroit, Ron Artest, el jugador que saltó a las gradas tras recibir el impacto de un vaso el viernes e inició la pelea a puñetazos que degeneró en una batalla campal, será suspendido por 30 partidos. Sus compañeros de los Pacers, Jermaine O´Neal y Stephen Jackson, lo serán 20 partidos cada uno y Ben Wallace, pívot de los Pistons, cinco.

Aunque al cierre de esta edición no había confirmación oficial de las sanciones, muchos las considerarán insuficientes (Latrell Sprewell fue suspendido un año --luego reducido a 68 partidos-- por atacar a un técnico en un entrenamiento). La NBA está en el ojo del huracán y forzada a reflexionar sobre los cambios en la actitud de sus jugadores, la relación con los seguidores y las necesarias mejoras en la seguridad.

"Una liga antes definida por figuras nada amenazantes como Jordan, Magic y Bird se ha hecho más joven, agresiva y preocupada en ser real que en hacer que seguidores, patrocinadores, entrenadores y hasta el comisionado se sientan cómodos --escribía ayer William Rhoden en The New York Times--. La decisión de Artest de atacar a un fan que le faltó al respeto no es una aberración sino una firma de la nueva generación de la NBA".

Un jugador problemático

El incidente que ha desatado la tormenta comenzó cuando Artest, uno de los jugadores más problemáticos de la liga, cometió una falta intencionada contra Wallace. Este golpeó al pívot de los Pistons, los banquillos se vaciaron y la pelea entre jugadores forzó a detener el juego cuando quedaban 45 segundos, que reflejaba la contundente y definitiva ventaja de los visitantes: 97-82.

El partido nunca se llegó a acabar. En lo que muchos interpretan como una provocación, Artest se tumbó en la mesa de anotaciones cuando la pelea amainaba. Uno de los enfervorizados seguidores de los Pistons, vigentes campeones, le lanzó allí un vaso y el pacer saltó como un energúmeno a las gradas y golpeó a un joven.

Aunque otros jugadores, técnicos y parte del público intentaba parar la pelea, Jackson se sumó a ésta. El Palace vivía una revuelta incontrolable. Cuando por fin los jugadores volvieron a la cancha y debido a la atención de los servicios de seguridad a las gradas, la pista estaba llena de enervados seguidores de Detroit. Jermaine O´Neal tumbó a uno de un puñetazo. Volaron botellas y hasta una silla y nueve heridos fueron trasladados al hospital.

La NBA nunca había vivido un altercado similar. Sin embargo, hay quien como el profesor de la Universidad de California, Todd Boyd, cree que lo que pasó forman parte de la cultura de los deportes en América. "Me sorprende que no suceda más a menudo", reflexionaba ayer en Los Angeles Times .