Hemos visto muchas cosas en este primer tercio de Tour: excelentes esprints de Kittel, batallas diarias bajo la lluvia, una jornada épica en el pavés que pasará a la historia, un prometedor ataque de Contador, la desgracia del campeón (Froome), pero nos faltaba ver una escapada bidón, que llegó ayer. Este término hace referencia a una fuga numerosa, subestimada por el pelotón, la cual permite a los corredores participantes ganar bastantes minutos, con beneficio extraordinario para alguno. Y eso sucedió.

Un corredor de mediana entidad, Tony Gallopin, se coló en una fuga de veinte elementos y, dada su buena posición en la general y al trabajo colectivo de los fugados, alcanzó un liderato que es el cénit de su trayectoria. Hasta ahora la máxima aportación a su currículum era la Clásica San Sebastián de hace dos años, lo cual tampoco está mal. Todos recordamos en 2004 como Voeckler luchó hasta la extenuación durante once etapas para mantener el maillot amarillo obtenido en una escapa de este tipo. El modesto Walkiwiak ganó el Tour en 1956 sin vencer en una etapa, resistiendo la renta de media hora que obtuvo en una fuga bidón. ¿Cuánto aguantará Gallopin?