Dicen que si un Europeo. Quizá el Mundial. O los Juegos Olímpicos. Son los parecidos mas razonables que pueden encontrarse en la comparativa con esta Fase Final de la Liga Endesa. Muchos partidos en muy poco tiempo. Pero las grietas son muy visibles en este supuesto reflejo como para confundir a alguien. Los seleccionadores suelen escoger entre los mejores, no les quitan jugadores como pétalos a una margarita, como le ha pasado a la flor de Porfirio. Antes de esas citas continentales, normalmente, los entrenamientos mantienen planificación maniática y no maniatados por los protocolos sanitarios. En esas competiciones es raro encontrar partidos con foros vacíos. Ahora se escuchan todos los vocablos de los intestinos del baloncesto porque ningún aficionado absorbe esos ecos.

Por eso, porque es algo tan extrañamente raro, resulta chocante saber con qué parámetros se pueden medir las previsiones de los partidos que le quedan por jugar al Casademont en este esprint desconfinado. Por eso lo que pasó hace menos de 48 horas, el jueves, con el San Pablo Burgos queda en la nada este sábado por la noche (21.30) ante el Valencia Basket. Quizá se le dé la vuelta a la tortilla de las pérdidas (20), de la definición en esos malditos finales, se sacudan los nervios de las erráticas defensas, quizá no se noten las ausencias (DJ Seeley, Jason Thompson y Fran Vázquez), quizá se logre una primera victoria hacia la semifinal. Quién sabe. Es todo tan anómalo que cualquier ocurrencia puede materializarse.

Sí se sabe que esto no para. Que lamentarse en la última derrota, en la remontada que no fue, no vale nada. Se deberá enfrentar al partido como otra cosa, otra opción, una isla. E intentar reconfigurar a ese Casademont, al que le faltan piezas, pero no el espíritu que le hizo ser tercero cuando la vieja normalidad gobernaba. Repartir los puntos que faltan, pero no las ganas atrás. Esas deberían ser innegociables. Distribuir una rotación que quizá sí fue más corta ante el Burgos, sintiéndose ese cansancio en los errores definitivos. Dylan Ennis jugó 31 minutos, pero Nicolás Brussino se fue a los 35, cuotas poco habituales en el baloncesto moderno y que pueden ser asfixiantes si se van acumulando a lo largo de una semana en la que sólo hay un día de respiro entre tanta paliza.

Para racionar estos sobreesfuerzos, Fisac cuenta con juventud. Seis chavales de la Generación Z. Sin embargo, la cantera no tuvo mucha presencia en el primer capítulo de esta Fase Final. Krejci jugó más en el tercer cuarto, pero Javi Garcia se quedó sólo en 2:06, aunque es habitual al ser el tercer base detrás de Rodrigo y Carlos. Pradilla apenas se presentó en 40 segundos de estreno. Dan ganas de verlos más, pero será Porfirio quien decida. Quién decidió también rotar en la posición de pívot a Hlinason menos de lo esperado, impulsando una rebelión de pequeños como Radovic de piqueta.

El Valencia es el anfitrión de una competición sin factor pista que valga. No obstante, el equipo de Jaume Ponsarnau se deshizo en la primera jornada del Andorra (74-90), el otro debilitado adversario de este grupo de la Fase Final. Alberto Abalde (17 puntos) y Mike Tobey (15 puntos y 13 rebotes) fueron los más destacados de un grupo que cuenta con tres excaístas como son Quino Colom, Sam Van Rossom y Joan Sastre. Y también con Bojan Dubljevic, que puede hacer mucha pupa en la pintura, quizá la grieta más visible de este Casademont.

Esa Fonteta del petardazo de 2013 en esos cuartos inesperados. También estaban Van Rossom y Rodrigo, pero con la camiseta cambiada respecto a este partido. Y estaba, como está siempre Abós en el recuerdo. Rememorar esa gesta de debutante en playoffs metiéndose en unas semifinales es la mejor motivación. En ese escenario del pasado, con otras circunstancias, se desplazará un Casademont centrado en lo que tiene que hacer en su presente para seguir vivo en la Fase Final, pero que mira al futuro con ambición.