La que se bate en duelo exige satisfacción, el honor es para ella un apetito. Esta historia retrata a una de esas chicas de hambre excéntrica. Marina Muro (Zaragoza, 2002) deja la mente en blanco cuando está en la pedana. Mantiene la concentración en su adversario, leyendo sus movimientos e intentando encontrar su punto débil. Sabe que debe anticiparse si quiere salir airosa del envite. «El primer valor que aprendemos es el respeto, sobre todo al contrario y a los compañeros. La estima es la base de este deporte», asegura Marina Muro.

Ella ha dedicado 12 años de su vida a instruirse en el noble arte de la esgrima. A los seis, cuando los niños apenas pueden aguantar con un juguete más de cinco minutos, sostuvo su primera espada entre las manos y nació una pasión que le acompañaría de por vida. «En el colegio hacían una extraescolar donde los alumnos podían practicar e iniciarse en la esgrima. Yo todavía era muy pequeña cuando mi hermano entró. Me encantaba ir a verle entrenar y competir, me quedaba horas mirándole, así que me apunté», recuerda la zaragozana.

A la vez que progresaba en sus estudios, crecía en la técnica y destreza con la espada. No sin horas de trabajo a sus espaldas. «Antes de empezar el instituto entrenaba una hora a la semana, después pasamos a cuatro y ahora, que estoy con Segundo de Bachillerato, entreno siempre que puedo para despejar la mente», valora Marina.

El adiestramiento es el paso previo necesario antes de competir. Ella lo superó de un salto y comenzó a pelear a una pronta edad. «Cuando estuve preparada, empecé a participar en Campeonatos de Aragón que se realizan una vez al mes. Después pasé a las tiradas nacionales que son cada dos meses», afirma la aragonesa, que encontró el año pasado su gran oportunidad en el Campeonato de España.

«Me seleccionaron en mayo para Valencia en la categoría cadete. Conseguí pasar las poules sin problemas y en la primera directa me enfrenté contra una chica de Canarias. Fue difícil pero pude sacarlo adelante. A continuación, en la siguiente ronda, caí eliminada pero acabé el torneo muy contenta. En España, los clubs que tienen mayor nivel están en Madrid. En Aragón vamos mejorando paso a paso y cada vez crece más», asiente la tiradora.

En la capital, el club Sala de Armas Zaragoza, el club Esgrima Aragón y el club Esgrima Utebo abren sus puertas para el entrenamiento a los jóvenes esgrimistas. En la provincia es común la práctica con la espada, mientras que en Huesca se realiza con sable. Ambas competiciones son muy similares pero la manera de tirar es diferente. «El objetivo es intentar tocar al otro con el arma evitando que te toque a ti, así comienzas a sumar puntos. Utilizamos pantalón, chaqueta, peto y guantes especiales como protección obligatoria», indica.

Ella es una de las pocas chicas que se atreve con esta disciplina. Como deportista de tecnificación y becada por el Gobierno de Aragón, espera que muchas más lo prueben porque no podrán evitar quedarse. «Hay bastantes más chicos que chicas. En una competición normal, ellos alcanzan los 20, más los que vienen de otras provincias, y las chicas estamos como mucho diez. Los Juegos Olímpicos le habrían dado más visibilidad», lamenta Marina Muro.

Cuando acaba la lucha, empieza la escucha. El entrenador recibe a sus alumnos en el polideportivo. Imparte la lección frente a frente con su aprendiz. Mitiga su temperamento. Le hace ver que es un juego de errores, que es más preciso el más paciente. «Es parte de mi día a día, tengo muchas ganas de volver a disfrutarlo. Aunque tengamos una gran rivalidad entre los tiradores, se crea un gran compañerismo», concluye.