Lágrimas, lágrimas y más lágrimas. Siempre igual. Siempre la misma imagen. Siempre la misma decepción. Pasan los años, pasan los seleccionadores, pasan los jugadores y el resultado siempre es el mismo: el fracaso. Es la historia de España. Llorar y recibir el consuelo amigo del ganador. La palmadita en la espalda. Ayer fue Portugal, el anfitrión, el gran vencedor con el solitario gol de Nuno Gomes del drama ibérico vivido en el estadio José Alvalade, quien le ayudó a levantarse. Pero no es fácil hacerlo cuando se pertenece a una selección perdedora que vive instalada en el ridículo desde que perdió la final de la Eurocopa-84.España no cambia. Llega pidiendo paso, levanta una auténtica 'marea roja' de expectación entre los aficionados y, en el momento de la verdad, se estrella, naufraga y termina perdiendo, desquiciada, los papeles. Por eso siempre llora. Porque siempre falla cuando sus jugadores y su entrenador tienen que demostrar que son los mejores. Por eso Iñaki Sáez huyó ayer, casi a la carrera, a refugiarse en el vestuario y Luiz Felipe Scolari se quedó en el campo disfrutando del gran momento del triunfador. Felipao dio las gracias, llevándose las manos al corazón, a todo el estadio y a todo un país que ayer creyó en un sueño y empujó a sus jugadores como nunca para conseguir un triunfo contra España que hacía 23 años que no se producía. LA TOZUDEZ DE SÁEZ A Sáez no le queda ningún consuelo. Sólo remordimientos de conciencia. Le bastaba el empate y fue incapaz de conseguirlo en un partido que perdió con toda justicia. España ha pagado la tozudez de su técnico. Se ganó unos días de respiro con la victoria contra Rusia en el debut, pero no supo leer el mensaje que le lanzó el equipo. Su cabezonería al no hacer cambios contra Grecia dejó a la selección en una situación delicada que él mismo terminó de hundir ayer con sus errores tácticos. Sáez termina el torneo con los jugadores que no se atrevió a sacar de entrada. Hasta en eso se ha equivocado. Nunca ha sabido, quizás por ser un técnico de perfil bajo, en qué generación creer. Llegó arropado por los jóvenes ganadores del oro en Nigeria y la plata en Sydney y ha terminado devorado por la vieja guardia. Tanto nadar para morir con Raúl, Baraja, Helguera y compañía. Y todo por no atreverse a sentar a Raúl, al gran perdedor de esta Eurocopa, en el banquillo.Por eso se comprende el enfado de los 15.000 españoles que se dejaron ayer la garganta en Lisboa. Por eso se comprenden muy bien los gritos de "¡échale huevos, España, échale huevos!" que le dedicaron a sus jugadores. Por que ellos también están hartos de que pasen los grandes torneos, las Eurocopas y los Mundiales, y España sea incapaz de ganar al anfitrión. Están hasta ese gorro amarillo y rojo que lucían ayer de pertener a un país perdedor que, encima, les acusa de no tener cultura de selección y, sobre todo, están hasta la coronilla de no ver jugar a los mejores, de observar cómo los jugadores determinantes son reservados por los seleccionadores hasta que, angustiados, los llaman a filas a última hora. De sufrir la cobardía de un técnico conservador que se permite el lujo de dejar la magia de Valerón en el banquillo cuando más era necesaria su aportación. Pero ayer de nada sirvieron los cánticos de "¡Valerón, Valerón!" con el ritmo del bolillón .

Ni siquiera ese aviso supo interpretar Sáez. ¡Qué bien le hubiera ido a Jaburu leer la prensa y escuchar algún consejo! Pero el técnico estaba más preocupado en dirigir el campus de baloncesto en el que parecía haberse convertido la concentración de la selección española que en encontrar la táctica para ganar a Portugal. ¡Qué bien le hubiera ido ayer a España tener ensayada alguna jugada de estrategia! Pero, no. España es el único equipo que se permite el lujo de preparar un gran partido tirando a canasta. Y así le ha ido en este torneo del que ha salido como un fantasma anónimo.

SAEZ SE IRA La derrota abrirá un nuevo debate más allá del derrotismo habitual y del contraste de los fracasos de la selección con los éxitos de los clubs. La selección necesita un nuevo modelo de gestión en el que no esté presente el presidente Villar al frente de una federación bajo sospecha administrativa. Al menos, Sáez se irá. Pondrá su cargo a disposición del presidente consciente de que España ha bajado un peldaño. Ahora ya no está ni en cuartos de final. Ha caído en la primera fase. Como en el Mundial-1998. Por algo Sáez y Clemente son amigos. ¡Qué final tan triste!