La falta de previsión de la Federación Española de Fútbol (FEF) y la escasa disposición por parte de la de Lituania trastocó gravemente los planes de la selección, que no pudo entrenarse ayer por la tarde en Vilnius, tal y como tenía previsto Luis Aragonés. El estado del campo donde debía hacerlo era lamentable y comportaba graves riesgos de lesión para los jugadores, por lo que el seleccionador español no quiso correr riesgos y decidió suspender la sesión. La sombra de una encerrona amenaza de nuevo porque el recinto y el césped del estadio Zalgiris, donde se jugará mañana el encuentro correspondiente a la clasificación del Mundial de Alemania, tampoco es digno de albergar un partido internacional de estas características.

Como ocurrió en Bosnia, el que será hoy escenario del encuentro de la selección sub-21, en Kaunas, reune unas condiciones mejores, como admitían ayer los responsables de la FEF, que no asumían ninguna responsabilidad en lo ocurrido. Apuntaban exclusivamente a sus colegas lituanos, que al parecer habían cambiado sobre la marcha el compromiso adquirido y no permitieron que España pudiera entrenarse en las instalaciones previstas porque a esa hora, las 17.30 locales, iban a ser utilizadas por la selección lituana y después no disponían de la luz artificial adecuada ya que a esas horas ya oscurece sobre el cielo báltico.

VIAJE FATIGOSO Así que Luis Aragonés no permitió que los jugadores bajasen siquiera del autobús que les había trasladado desde el hotel de concentración hasta el campo de entrenamiento. Cambió lo planificado por 25 minutos de ejercicios de soltura y estiramiento muscular en una gran sala del hotel habilitada sobre la marcha y gimnasio para el que quiso. Para compensar el retraso, hoy habrá doble sesión de entrenamiento, por la mañana en el complejo que no pudo utilizarse ayer y por la noche en el estadio donde se jugará el partido.

La cosa había empezado a torcerse a la llegada al aeropuerto de Vilnius, donde había caído la primera nevada de la temporada por la mañana aunque a mediodía no quedaba rastro de nieve. Tras el madrugón para coger el avión a las nueve de la mañana en Santander y un fatigoso viaje de tres horas y media, los equipajes tardaron casi hora y media en aparecer por la cinta transportadora. El seleccionador empezaba ya entonces a descomponer el gesto. Cuando vio el patatal donde debía dirigir el entrenamiento se le comían los demonios. Más tarde prefirió no explicar personalmente a los periodistas lo sucedido no fuera que se le escapase alguna barbaridad. Y tras lo de Henry no está para salirse de madre nuevamente, después de todo lo sucedido en la pasada semana.

Las explicaciones corrieron por cuenta de Jesús Paredes, el preparador físico, y Juan Luis Larrea, delegado y jefe de la expedición. "Nos ha trastocado los planes y eso molesta. Vamos a pensar que no ha habido mala fe, pero la verdad es que aquello era muy cutre", declaró el federativo.