—¿Ya está retirado?

—Vine hace dos años para Montevideo y estoy radicado aquí. He tenido alguna propuesta pero por distintos problemas particulares no he podido asumir ninguna dirección. Yo me siento español y, como decimos en España, un torero nunca se corta la coleta. Uno está todavía bastante claro en el aspecto de la cabecita pero he tenido algún problemita y no he podido asumir ningún equipo. Pero seguimos atentos a todo.

—Ha estado media vida en España.

—Mi primera etapa en España fue en 1973, que estuve hasta 1979, en el Sevilla y en el Recreativo. Ascendimos con el Sevilla y, por primera vez en la historia, con el Decano. En el 85 arranqué en el Recreativo y hasta el 2010 estuve en España en equipos como Sevilla, Albacete, Valencia, Zaragoza, Cádiz, Valladolid. Me ha ido bien, he tenido suerte. En el fútbol nunca sale todo bien y en Zaragoza no tuve esa suerte y ese poquito de paciencia que a veces hay que tener. De hecho es el equipo en el que menos tiempo pude dirigir, llegué en noviembre y me cesaron en enero. Pero los entrenadores sabemos que los resultados son los que mandan y, si los resultados no salen, por más que uno trabaje y haga grupo, te cesan. En líneas generales, mi historia como jugador y entrenador ha sido muy positiva. Por suerte para mí.

—¿Cómo empezó de entrenador?

—Terminé de jugar aquí en Uruguay y dirigí a Nacional, que salió campeón con la máxima diferencia de puntos en la historia de Uruguay. Le sacamos 17 puntos al clásico rival, Peñarol, cuando las victorias valían dos puntos. Como entrenador tuve el ascenso con el Cádiz, estuve tres años en Valencia y en el segundo me declararon mejor entrenador de la Liga, con Toshack en el Madrid y Cruyff en el Barcelona. Así que no me puedo quejar. En Sevilla me llamaron para salvar un descenso y nos salvamos también, en Cádiz logramos la mejor clasificación de la historia del club. Tuvimos esos bachecitos pero son circunstancias del fútbol.

—¿Dónde comenzó su carrera como futbolista?

—Empecé acá en el Club Atlético Cerro allá por los años sesenta. Tengo ahora 72 y empecé a jugar con 17 años en Primera División. Ahora la gente sale mucho más rápido pero entonces no era muy habitual. Después pasé a Nacional y salí dos veces campeón de América y dos veces intercontinental. Con la selección uruguaya jugué 64 partidos y quedamos cuartos en el Mundial de México y tuve la suerte de marcar el gol que nos valió el cuarto puesto. Marqué 18 goles con la selección y 64 goles en 264 partidos en Nacional. Y no era delantero, era un mediocampista. Después fui a Sevilla del 73 al 75 y ascendimos a Primera el segundo año. Luego me fui al Recreativo y por primera vez en la historia ascendió en la temporada 77-78. Volví a Uruguay y seguí jugando hasta los 37 años, me retiré en el 83. Y en el 85 me fui a dirigir al Recreativo y estuve en España hasta hace dos años, dirigiendo hasta el 2010 al Cádiz. Esa es toda mi historia.

—¿Qué España se encontró cuando llegó en 1973?

—Diríamos que España se estaba integrando en Europa. Todavía vivía Franco. Nos asombraba porque llegamos y hubo un atentado, el de Carrero Blanco, que lo pusieron allá arriba en un edificio con una bomba. Era una época totalmente distinta. Los estadios no tenían vallas, eran todos bajitos y no había problema ninguno. Yo crecí con España en la época en que España empezó a evolucionar, vimos todo ese crecimiento, esa apertura a todos los niveles.

—Y también la transformación del fútbol español.

—Cambió mucho. Apenas había extranjeros en la Liga ni españoles fuera. Salió Luis Suárez y nada más. Ese era el gran problema que tenía España. Nosotros salíamos a jugar afuera, íbamos a otra provincia y con el empatito nos conformábamos porque era fuera. Ahora no, ahora hay que ganar como si estuvieras en casa. La apertura que tuvo España es que empezó a importar jugadores al exterior a nivel grande. Ahora España tiene jugadores por todos lados. Ahí empezó España a tener las posibilidades de ganar como cualquier otra selección.

—¿Siempre quiso ser entrenador, lo tenía claro?

—Siempre me gustó el fútbol, fue lo que más hice. Yo iba para mecánico tornero aquí en Uruguay y compaginaba las dos cosas pero comencé a jugar muy jovencito y, como con 17 años estaba jugando en Primera, el fútbol me dio esa oportunidad de tener un contrato y había que dedicarse full time. Me dije, dejo lo que estoy haciendo a nivel industrial y me dedico al fútbol y a probar. Y seguimos, seguimos, seguimos, hasta ahora. Pero como jugador no se me pasaba por la cabeza entrenar, era raro. En Huelva hice el cursillo de entrenador. Y un día le dije a mi señora caminando por la Rambla de Montevideo, yo creo que vamos a volver a España algún día a entrenar. Me llamó el presidente del Recreativo en el 85 y mi señora le dijo, mire que ya se retiró de jugar... No, no, lo queremos como entrenador, le contestó. Y ahí arrancamos.

—Y se quedó en Andalucía.

—Cádiz, Huelva y Sevilla fueron las tres provincias que más estuve. Los dos equipos en los que fui cesado fueron Valladolid y Zaragoza, pero tengo buenos recuerdos porque aunque las cosas no salieran bien en lo deportivo tengo el reconocimiento y la amistad de la gente. Uno tiene que pensar en comportarse bien como persona, si profesionalmente le va bien o mal son circunstancias. Mi cuartel general estaba en Sevilla y de ahí arrancaba para donde fuera.

—¿Cómo se produjo su fichaje por el Zaragoza?

—En el Zaragoza estaba dirigiendo el dueño de Pikolín, Alfonso Soláns. El papá estaba mal, que falleció enseguida, y estaba el hijo. Por intermedio de un contratista vasco me llamaron y fui para allí.

—¿Qué se encontró cuando llegó al equipo?

—Estaba Víctor Fernández y las cosas no iban bien. En esas situaciones uno intenta hacerlo lo mejor posible. Hicimos unos estudios para ver cómo estaban en todos los aspectos. Cada uno tiene su manera de trabajar. Arrancamos en una etapa complicada porque cuando uno conoce el plantel es totalmente distinto, pero no nos dieron mucho tiempo tampoco para conocerlo. Uno viene con una manera de trabajar, ni mejor ni peor pero distinta a la que estaba y quizá costaba un poquito adaptarse a una nueva metodología. La verdad es que cuando me cesaron tenía mucha relación con Luis Costa y él sabía bien todo lo que estábamos haciendo. Antes de ir al partido del Logroñés me cesaron y a los tres días el equipo ganó allí en Logroño. Para mí fue una satisfacción también porque fue un trabajo que estábamos haciendo y Costa siguió cómo se estaban manejando las cosas. Hacíamos partidos con el equipo de Costa, que estaba en el equipo inferior, y eso fue importante también. ¿Sigue en el club, Luis Costa?

—No, está retirado.

—Ah, estamos veteranos ya (risas). Mire, cada uno tiene una manera de trabajar y a mí quizá no me ayudó lo que voy a decir ahora. Yo traté de tener un trabajo sano, limpio y había una costumbre en la Ciudad Deportiva. Los periodistas entraban hasta la puerta del vestuario, casi, y yo los ubiqué afuera, les hice como una sala de prensa para que cada uno trabajara en su parcela. Para que de repente no estuviéramos nosotros hablando fuerte en el vestuario y lo escucharan los periodistas. Y quizá eso no me favoreció a mí. No lo hice con ninguna maldad sino por mi manera de trabajar, porque pienso que entre los profesionales hay cosas que se hablan y se quedan dentro del vestuario. Y si está el periodista al lado, luego salen. Y parece que no cayó bien. Ahí tuve un rechazo importante. No tuvieron la culpa los periodistas, fueron los resultados, pero aquello no ayudó.

—¿Tuvo también el rechazo de La Romareda?

—Siempre fue exigente, La Romareda es exigente 100%. Y era lógico después de haber salido campeón con Víctor Fernández. La Romareda mostraba su disconformidad porque no se daban los resultados. Hay parcialidades más agresivas, otras que protestan un poco más, otras que tienen más paciencia. Usted sabe mejor que yo que la gente del Zaragoza enseguida alza la voz.

—Eso ha cambiado en los últimos años.

—También sabe qué pasa, antes eran clubs y ahora son Sociedades Anónimas. Son empresas. El hincha de la ciudad quiere al equipo pero son cosas más frías, ya no tiene esa incidencia, ya no puede hacer una asamblea y echar al presidente. Ahora es una empresa y quiere réditos y a veces lo deportivo queda un poco de lado. Quieren sacar su dividendo. Eso es complicado también para el fútbol. En España solo quedan cuatro equipos que son clubs.

—¿Cómo afectó el fallecimiento de Alfonso Soláns padre?

—Claro que afectó. Lo traté poco, hablé cuando firmé el contrato. Hablé con el hijo y cuando fui a firmar vino él porque ya estaba un poco malito. Pero la temporada siguiente fue el Zaragoza a Sevilla y yo estaba viviendo allí. Fui a saludarles al hotel y Soláns hijo me regaló una Virgen del Pilar con una plaquita con mi nombre. La tengo aquí en casa y la tendré hasta que yo esté aquí. Son detalles que uno tiene. Estuve poco pero él se dio cuenta de que era una decisión complicada pero que tenía que tomarla por el beneficio del club y yo también lo entendí.

—¿Mantiene contacto con alguien?

—No, alguna vez he hablado con Poyet, me encontré con el argentino que está en la tele, Gustavo López, con el Kily González. También me quedó una gran amistad con Manolo Nieves. Me fui del Zaragoza con tristeza. Me fui además creyendo que era lo mejor para el Zaragoza, pero me ayudó toda la gente que estaba ahí. Toda la gente se portó divina conmigo. Y cuando el presidente me regaló la Virgen la verdad es que me quedé... Yo siempre preferí irme bien de los clubs porque al final es lo que queda y al final estábamos también abriendo puertas para otros uruguayos. El comportamiento humano es lo más importante que hay en la vida.

—¿Cómo fue el cese?

—Me lo comunicó el presidente, a mí y a mi representante, tuvimos una charla. Estaba también un señor corpulento, de 1,90, muy buena persona también, Javier Paricio, una persona exquisita. Me habló y me dijo mire, pasa esto… qué me va a contar, le contesté. No me fui mal con nadie, solo con los resultados (risas). Me acuerdo de todos y sigo a todos, me meto en internet y estoy al día de todo. Yo sigo prendido a España en todos los aspectos.

—¿Entendió su salida?

—Yo ya le había dicho al presidente cómo iban a ir las cosas y cómo iba a salir todo pero en el fútbol los resultados mandan y el Zaragoza después se salvó. Tenía un contacto muy ameno con Luis Costa e incluso hacíamos partidos interdivisionales con él porque él estaba en las formativas y ya sabía cómo estaban las cosas y por suerte el Zaragoza no tuvo problemas ese año. Pero ve que me acuerdo de todo, estoy clarito, ¿eh?, en cualquier momento estoy para dirigir al Zaragoza otra vez. ¡La revancha! (risas).