La Eurocopa, o el fútbol en el sentido que corresponde a un acontecimiento de tal envergadura, comenzó ayer, con 24 horas de retraso sobre el horario previsto, despejando la terrible sensación de que la cita portuguesa iba a ser el tostón del siglo. Inglaterra y Francia ofrecieron un partido que deja varias señales y ninguna de humo: son dos selecciones con silueta gruesa de campeón, dos equipos que rindieron un sentido homenaje a la calidad y a la diversión. Los británicos brindaron la frescura del guerrero con casaca juvenil (Rooney), y los mosqueteros de Santini entregaron el delicioso toque de florete del paciente veterano ( Zidane). Fue un hermoso espectáculo de velocidad física y mental por donde la pelota viajó en un compartimento de primera clase. Y tuvo el final inesperado que distingue a los grandes filmes de suspense.