El próximo verano, Esther Domínguez cambiará los nervios que le acompañaban cada vez que salía al tapiz por los que sentirá al estrenarse en sus primeras prácticas como periodista. A sus 23 años, la gimnasta del 10 en pelota afronta el penúltimo curso de la carrera universitaria con ciertas dudas sobre su futuro, como cualquier joven. "Me gustaría ser comentarista de la televisión, pero prefiero esperar a tener más experiencia. Sé que hay que ir poco a poco", reconoce. "Quiero ejercer la profesión para la que estoy estudiando porque como profesora no te puedes ganar la vida", admite. Desde que se marchó a vivir a Madrid para ser una alumna más de la Complutense, Esther compagina las lecciones que recibe entre libros con las que ofrece en el Club Chamartín a un grupo de niñas entre 8 y 14 años que se inician con los aros, las mazas y las pelotas. Con estas pequeñas calma su nostalgia: "Echo de menos la competición, pero las horas y horas de entrenamientos, por supuesto que no. Y a los jueces, tampoco", asegura entre bromas. Corría el mes de agosto del 2001 cuando una operación de nariz, varias costillas rotas y cierto olvido por parte de los técnicos de su disciplina le empujaron a la despedida. Tres años más tarde, aún se emociona al ver un ejercicio de gimnasia rítmica y opina de las que fueron sus compañeras. "No me sorprendió la retirada de Kabaeva, lo extraño era que aguantase tanto. Era una gimnasta espectacular, muy circense, pero a mí me gustan más otras".