Hace poco más de diez días, Eguaras tomó la palabra después de varios partidos en el once titular, unos cuantos meses de incordiante lesión a la espalda y mirando a la realidad de frente. «Sé que estoy mal». Esa fue la frase más significativa que pronunció el cerebro del Real Zaragoza, el equipo al que la temporada pasada hizo bailar al son de su sinfonía de pases y que este año tanto extraña su extraño nivel. Hasta hoy, que quizá en adelante su estado mejore con la acumulación de minutos y esfuerzos, Eguaras no ha estado bien. Ha estado mal y, a pesar de esa responsabilización pública, ha tenido que seguir jugando porque es irremplazable. O no tiene reemplazo.

Lo que ha ocurrido con el centrocampista es una metáfora de lo que le ha sucedido al Real Zaragoza. Muchos futbolistas han estado mal y, cuando han faltado otros igual de principales que Íñigo por lesión, no han tenido relevos de garantías ni fiables.

Han estado mal casi todos. Ha estado mal Benito en partidos concretos, han estado obsesivamente mal Verdasca y Grippo, no ha estado bien Lasure, ha estado mal Zapater, ha estado muy mal Buff a pesar de sus incontables absoluciones, ha estado mal James tras su rotura y Gual en la definición. No uno, la mayoría han rendido mal. Por primera vez en muchas semanas, Alcaraz tiene sanos a casi todos sus hombres claves al mismo tiempo, condición sine qua non para que el equipo pueda funcionar. Es el momento de que lo que ha estado mal, empiece a mejorar.