Los patines arañan el hielo a cada salto que las patinadoras realizan sobre el blanco manto. Las bailarinas sobre agua helada hacen figuras imposibles y clavan las afiladas cuchillas en un hielo que debe pulirse después de cada actuación. Para Yulia Lipnitskaya, el hielo ha pulido su vida, y no al contrario. La patinadora rusa de 19 años y campeona olímpica en Sochi 2014 ha visto como, desde aquel momento, la vida en los pabellones se le hacía más cuesta arriba. Ser campeona olímpica con 15 años no debe ser fácil, pero ser la campeona olímpica más joven de la historia de tu deporte de forma individual debe ser todo un Everest. Hay que tener la cabeza muy preparada. Solo la alemana Maxi Herber supo lo que era ser una campeona olímpica más joven en este deporte, pero en la categoría de parejas, allá por 1936.

Disciplinada por la escuela rusa, esbelta como una bailarina del Ballet de Moscú y muy popular en todo el país, Lipnitskaya no ha podido soportar la presión que supone ser quien es, un símbolo de todo lo que fue bien en Sochi, que no fue precisamente mucho. Y ha tirado la toalla. Según su madre, sufre anorexia.

Yulia es una chica especial que ya estuvo al borde de abandonarlo todo por no saber colocar bien las manos y los pies mientras patinaba. Eso, al menos, afirmaba su exentrenadora Yelena Levkovets. Pero la singularidad de Yulia no terminaba ahí. Nació en Ekaterimburgo y fue criada sola por su madre Daniela tras el abandono de su marido, quien se marchó a trabajar al ejército ruso.

AÑOS DE CALVARIO

Yulia nunca fue a la escuela. Recibió toda su formación en casa, con su madre, que además le transmitió su amor por los caballos y explotó al máximo su vena artística. El dibujo la volvía loca, pero no tanto como el patinaje, que empezó a practicar con cuatro años. Yulia era muy buena, tanto que en marzo del 2009 tuvo que marcharse a la capital rusa junto a Levkovets para mejorar su formación y convertirla en la campeona olímpica que fue.

El estrés la llevó a pasar varios años de calvario tras Sochi. En el 2015 tuvo un año nefasto y acusó la falta de libertad y la gran presión a la que se veía sometida. Los cambios físicos típicos en la transición de niña a mujer la llevaron a tener una cierta propensión a engordar. Todo eso pareció desaparecer con su nuevo entrenador, que aparentemente acabó con sus problemas de sobrepeso. Su estado de forma comenzó a remontar tras lograr varios buenos resultados en el programa corto de la Copa Rostelecom, en la que se clasificó tercera.

En diciembre del 2016, cayó sobre el hielo durante un salto, lesionándose la cadera. A partir de ese momento, los problemas se agravaron. Yulia no quería engordar, lo que le llevó a obsesionarse con el peso. Todo ello resultó en un diagnóstico de anorexia por el que se tuvo que marchar a un país europeo -que guardaron en secreto- para tratar su enfermedad. Tras tres meses de tratamiento, su madre Daniela comunicó esta semana a la federación rusa que Yulia necesitaba dejarlo. También lo comunicó a los medios de comunicación, causando muchísimo revuelo en todo el país y posteriormente en todo el mundo. Una muñeca que rompió su juventud en el hielo que ya no reflejará su figura.