Del cuello de Andrea Blas cuelga desde el sábado una nueva medalla. Es enorme --"es lo primero que dije, menos mal que no pesa", explica--, brillante, dorada, fruto del primer título europeo del waterpolo femenino español, un metal que da fe de que se trata de una generación única, plata en los Juegos del 2012, oro en el Mundial del 2013, oro en el Europeo del 2014. "Esperemos que sea así durante muchos más años", dice la zaragozana, recién llegada a Zaragoza después de ganar en Budapest, celebrarlo y regresar a España el domingo por la mañana.

Están en lo más alto, acostumbradas al éxito, pero el único lugar en el que no tocan con los pies en el suelo es dentro del agua. "Antes del torneo sabíamos que podíamos quedar primeras o últimas, porque hay mucha igualdad", asegura Blas, que destaca la experiencia, la unión y la fuerza del equipo como claves en una selección que ya es histórica. "Perdimos contra Rusia el primer partido y eso quizá a otro equipo le hubiera generado dudas. Nosotras sabemos que en todos los torneos hay que perder algún día, fuimos creciendo partido a partido, hasta la final", relata la zaragozana.

Una final, contra Holanda, que terminó con 10-5 en el marcador, dos de ellos de Andrea Blas desde la posición de boya, una de las más exigentes. "Es el puesto más duro, pero tanto Maica como yo podemos aguantar la posición. Fuera de Europa nos encontramos con rivales aún más grandes, pero es lo que toca", explica. La final fue el broche perfecto. "Al principio estuvo muy igualada, creo que a ellas les pasó factura el hecho de que fuera su primera final, mientras que nosotras teníamos más experiencia, más calma. En el momento en el que ves el 9-4, el 10-5 y que quedan apenas dos minutos... es entonces cuando dices 'ya está, somos campeonas de Europa'".

Otra vez campeonas, otro torneo más en lo más en el podio, algo que el waterpolo español no vivía desde hace dos décadas con otra generación de oro, la de Estiarte, Rollán, Ballart, Oca y compañía. "Es muy difícil mantenerse, creo que el waterpolo español nunca había estado tan arriba en estas tres competiciones seguidas. Nosotras vamos a seguir entrenándonos y trabajando para continuar en lo más alto y que nos vean igual que nosotros vemos a esa generación de los 90 que son nuestro referente", señala la zaragozana.

Este equipo liderado desde fuera por Miki Oca, uno de los componentes de aquella generación inolvidable, no solo gana, no solo compite siempre, no solo se ha convertido ya en una leyenda, sino que da gusto ver cómo gana, cómo compite, como agranda su leyenda. "La gente nos lo dice. La verdad es que, además de jugar, disfrutamos con esto y nos dejamos la vida en ello. Eso se percibe, a la gente le gusta y nosotras agradecemos que sea así". El secreto de lo que pasa dentro del agua está fuera, en la relación tejida en los últimos años, en el grupo humano. "Somos como hermanas. Barcelona ya es mi segunda casa y con solo mirarnos sabemos lo que necesita cada una en cada momento", señala Blas, que ahora se toma una semana de vacaciones y después irá a disputar la Copa del Mundo a Siberia. "Miki da descanso a las veteranas e iremos la generación júnior", dice la campeona Andrea Blas.