Un Bar§a irreconocible salió anoche por piernas de Donetz, huyendo de su miserable juego, purgando una derrota que daña, sobre todo, la imagen. No altera nada porque el equipo de Rijkaard termina segundo de grupo --nadie lo querrá como rival en los octavos de final, eso es seguro--, pero duele porque el baby Bar§a se empequeñeció. Rijkaard, también. Todas las decisiones que tomó ayer fueron, como mínimo, sorprendentes, aunque siempre podrá alegar el holandés que las grandes estrellas (Ronaldinho, Etoo y Deco) ni se quitaron el chándal.

Si lo que pretendía Rijkaard era demostrar que los niños no se han hecho aún grandes para andar por Europa, lo consiguió. Si tenía miedo de que se lesionara alguna vaca sagrada , también. Pero todo eso podría haberlo dicho antes de viajar a Ucrania porque dejó al equipo desnudo en medio del frío del Este, tiritando, congelado porque el Shakhtar lo sometió a una tunda. En menos de media hora, los ucranianos habían marcado dos goles --obra del gigante nigeriano Aghaowa-- y aún puede agradecer que Brandao, el gigante brasileño, sólo tenga de brasileño el nombre. Falló tres ocasiones increíbles y Valdés, el meta azulgrana, acabó siendo el mejor. Con eso queda todo dicho. En condiciones normales, el Bar§a --¿o era el Bar§a B acaso?-- podría ir perdiendo por cuatro o cinco a cero. Una calamidad que se podría haber evitado, por mucho que Rijkaard venga diciendo desde hace días que le da lo mismo ser primero que segundo de grupo.

Pues, tal vez, no sea lo mismo. A finales de febrero se verá. Tampoco es lo mismo que el Bar§a ensucie en una media hora lamentable la buena imagen que se había construido en Europa en dos meses. Es verdad que no le afectó a la clasificación, pero algo malo siempre queda.