Puede llamarse bache o crisis, pero lo cierto es que el Real Zaragoza acumula tres derrotas consecutivas en la Liga y cinco partidos seguidos sin conocer la victoria, lo que, en primer lugar, confirma la irregularidad como principal característica de este equipo y, en segundo, le deja undécimo en la tabla, todavía cerca de los puestos europeos pero con la obligación de mirar de reojo hacia atrás para comprobar cómo se va reduciendo la distancia con las últimas posiciones. La verdad a medias que sustentaba un esperanzador inicio ha dejado paso a una realidad con un horizonte incierto. El calendario le depara cinco encuentros hasta el final de la primera vuelta con rivales que, excepto el Athletic, le superan en la tabla.

Esta circunstancia no supone ninguna novedad para un conjunto capaz de mutarse y de ofrecer imágenes contrapuestas sin explicación aparente porque, sin ir más lejos, la temporada pasada también pasó por un par de baches, o crisis, que le costaron un cambio en el banquillo y le acercaron demasiado a los puestos de descenso. Encadenó cuatro encuentros sin ganar en dos ocasiones antes de terminar la primera vuelta, pero en la jornada 14 sólo acumulaba dos puntos menos que ahora (16) y era decimocuarto en su retorno a Primera División. El equipo había logrado cuatro victorias fuera de casa y dos en La Romareda, un dato --el de triunfos foráneos-- habitual en las últimas temporadas.

A mitad de temporada

La mayor pájara le alcanzó justo a mitad de campaña al encadenar cinco encuentros consecutivos sin ganar, incluyendo cuatro derrotas seguidas (Barcelona, Deportivo, Mallorca y Murcia). Tras caer en Riazor por 4-1, Paco Flores fue destituido y Víctor Muñoz tomó las riendas del equipo. La mejoría tardó en llegar pero llegó y dio oxígeno al Zaragoza hasta que, en el momento más comprometido, cuando debía resolver su permanencia en Primera, encadenó cinco encuentros consecutivos sin ganar de la jornada 31 a la 35 (Racing, Valencia, Athletic, Sevilla y Albacete) que le convirtieron de improvisto en candidato al descenso.

Como ahora, esas crisis coincidían con momentos de escasa puntería ante el portero rival, con la diferencia de que el año pasado llegaban acompañadas de un puñado de goles en contra. Salvó la papeleta entonces con un sufrido triunfo ante el Osasuna en La Romareda, como también había solventado su primer bache de la campaña con un penalti de Villa en El Sadar antes de los turrones. Las comparaciones suelen resultar odiosas, pero el Osasuna vuelve a aparecer el próximo domingo como tabla de salvación para mantenerse a flote.